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Sí hay con quién

A pesar del pesimismo reinante, llama a cierto optimismo el buen nivel de algunos presidenciables.

Mauricio Vargas
Las encuestas recientes confirman que el año cerrará con un alto índice de pesimismo entre los colombianos: tres de cada cuatro –en promedio– piensan que las cosas van por mal camino. El presidente Juan Manuel Santos no levantó cabeza, con índices desfavorables que se mueven entre 65 y 75 %, resultado del mediocre desempeño de la economía, de los escándalos de corrupción que envuelven a los suyos y, cómo no, de la herencia de enredos que deja el acuerdo con las Farc, pues, en los afanes por sacarlo adelante, el Gobierno cedió mucho más de la cuenta y asumió compromisos que han resultado imposibles de cumplir.
Pero se avecina una elección presidencial, algo que a lo largo de la historia siempre ha significado un despertar de esperanzas entre los votantes. Y aunque en medio de la crispación política abundan las descalificaciones a casi todos los candidatos, me resulta alentador que, en el abanico, haya al menos cinco nombres que no produzcan grandes pesadillas cuando uno los imagina como ocupantes de la Casa de Nariño entre 2018 y 2022.
Todavía no he decidido por quién votar, y pienso tomarme mi tiempo, escucharlos y evaluar sus propuestas y su comportamiento durante los meses venideros, antes de decantarme por alguno. Al fin y al cabo, la campaña es el examen que los candidatos deben presentar ante los electores: unos lo pasarán y otros se rajarán. Pero, repito: creo que, de entrada, hay de dónde escoger.
Sergio Fajardo hizo una excelente alcaldía de Medellín y una menos positiva gobernación de Antioquia. Aunque no ha dicho mayor cosa en materia de propuestas, y no es claro si adoptará un programa de centro o se inclinará hacia la izquierda de sus aliados marxistas del Polo, atrae a sectores del electorado hartos de la corrupción. Si estructura un buen programa y empieza a hablar de algo más que de corrupción, tendrá opciones serias.
Humberto de la Calle es un hombre estructurado, conoce el Estado –lo mismo el Ejecutivo que la Rama Judicial– y tiene una vasta experiencia. Aunque carga el enorme lastre de los acuerdos de La Habana y eso lo perjudica, el país no se desbarataría en sus manos.
No hay que olvidar a Marta Lucía Ramírez. Hace cuatro años hizo la mejor y más limpia de las campañas, y consiguió casi dos millones de votos en la primera vuelta. Estaré pendiente de sus propuestas.
A Germán Vargas el país lo conoce muy bien, con sus virtudes y sus defectos. A pesar del desgaste que le significó quedarse al lado de Santos mucho más de la cuenta, sus ejecutorias de estos años en campos como la vivienda social y la infraestructura hablan bien de él. Como lo hizo en 2010, es el más juicioso en materia de propuestas y programas, y en eso viene centrando su campaña.
La llegada de Iván Duque a la baraja, como candidato del Centro Democrático, es una noticia refrescante que distancia al uribismo de su ala más intolerante y radical, y lo abre a votantes de centro y no solo de derecha. Aunque tiene poca experiencia de Gobierno, Duque es un hombre estudioso y disciplinado que se destaca en sus entrevistas por su lenguaje ponderado y por el dominio que demuestra del tema económico.
En materia de presidenciales, sí hay con quién. Pero, en cambio, las listas al Congreso dan grima: casi todos son los mismos con las mismas, y los peores –los encarcelados– se las han arreglado para seguir activos en cuerpo ajeno, por medio de un familiar o de un socio político. Por eso vale la pena destacar la pela que se dio César Gaviria, el jefe del liberalismo –a quien tanto he criticado este año–, al poner a Mauricio Gómez, un joven dirigente barranquillero, decente y laborioso, como cabeza de la lista nacional al Senado. Pero es una de las pocas golondrinas en medio del brumoso invierno de esas listas.
MAURICIO VARGAS
mvargaslina@hotmail.com
Mauricio Vargas
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