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La casa en el aire

Sin disparar, y sin que les disparen, los ‘elenos' pueden copar las zonas dejadas por las Farc.

Mauricio Vargas
Resulta comprensible que, tras sacar adelante los acuerdos de La Habana con las Farc –más allá de los debates que persisten, en especial en torno a la Justicia Especial de Paz– y avanzar en la desmovilización y el desarme de ese grupo, el presidente Juan Manuel Santos haya querido dedicar su último año a cerrar, de manera definitiva, el capítulo de la guerra de guerrillas en el país, con una negociación con el Eln en la mesa establecida para esos efectos en Quito.
Pero así como ese afán es entendible, no lo es que la delegación del Gobierno, encabezada por el exministro Juan Camilo Restrepo, haya pactado con los voceros del Eln un cese del fuego bilateral a las carreras, con el propósito de anunciarlo en las horas previas a la visita del papa Francisco a Colombia. Es bueno recordar que el cese bilateral con las Farc solo fue negociado y entró a operar a mediados de 2016, cuando el grueso del acuerdo de La Habana estaba listo y ‘Timochenko’ y sus hombres habían cumplido durante más de 15 meses con un cese del fuego unilateral que respetaron de manera casi absoluta.
Mientras el cese bilateral con las Farc, que implicaba que la Fuerza Pública cesara sus operaciones contra los frentes de esa organización, llegó como un premio a los avances en la mesa, el que el Gobierno acaba de pactar con el Eln es un regalo a esta organización terrorista, antes de que exista avance alguno en la negociación de fondo. Esto recuerda la tregua bilateral con las Farc pactada, sin condiciones ni sistemas de supervisión, por Belisario Betancur en 1984 y que tan mal terminó. Como si el país nada hubiese aprendido en todas estas décadas.
El cese bilateral con los ‘elenos’ comienza en apenas 13 días, el 1.° de octubre, pero ni sus condiciones ni los mecanismos de verificación para su cumplimiento efectivo han sido determinados. Semejante acuerdo está agarrado de nada, una casa en el aire pero sin los angelitos que debían sostener la que Rafael Escalona quería regalarle a su hija para alejarla de sus pretendientes. El Eln dice que cesará todos sus ataques y, a cambio, la Fuerza Pública queda obligada a paralizar cualquier ofensiva contra sus frentes.
Numerosa evidencia en poder de las Fuerzas Armadas indica que en el interior del Eln hay tensiones y que, por ejemplo, los comandantes que operan en medio del mar de coca sembrada en el Catatumbo no están muy convencidos de dejar las armas ni el lucrativo negocio de narcotráfico, minería ilegal, secuestro y extorsiones. Con esas tensiones internas, ¿pueden garantizar los delegados del Eln en Quito que todos los frentes van a acatar el cese del fuego? Puede que lo acaten en las formas, pero no como un camino a su desmovilización, sino como jugada táctica.
Una fuente de inteligencia me contó este viernes que “hay varios informes de planes de sectores del Eln para copar algunos de los espacios que las Farc están dejando vacíos con su desmovilización”. Para ese propósito, el cese bilateral pactado en Quito les viene como anillo al dedo. Sin disparar un tiro y, sobre todo, sin que les disparen ni los bombardeen, los ‘elenos’ pueden ir moviendo hombres y armamento a esas zonas dejadas por las Farc, pues el acuerdo nada dice sobre concentración de tropas.
Muy triste que todo esto vaya a terminar no solo en un fracaso con el Eln, sino en la reactivación de la violencia terrorista en las áreas donde las Farc dejaron de matar. Dentro del Gobierno hay altos funcionarios, con experiencia y conocimiento en pasadas negociaciones, preocupados con este acuerdo de cese bilateral tan ligero. Sería bueno que el Presidente los escuchara. Todavía está a tiempo de poner orden, antes de que la casa en el aire de este apresurado y vago acuerdo les caiga encima al Gobierno y al país.
MAURICIO VARGAS
mvargaslina@hotmail.com
Mauricio Vargas
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