El asunto no es Santos, se trata del fin de una guerra que, si bien no terminará, mermará en grandes proporciones. Se trata, sencillamente, de menos muertos y mayores posibilidades de avanzar en democracia. Que cuesta, cuesta, pero nos saca en buena medida de esta cuesta que ha significado la guerra durante cincuenta años.
El asunto no va a ser leer o no leer lo acordado. Me temo que la gran mayoría no lo hará. Dije me temo, estoy seguro de que así será, no solo porque se trata de un país en el que el promedio de lectura no llega a dos libros por año. Además, y valga decirlo, porque se trata de un mamotreto farragoso y en muchos sentidos aburridor. ¡Y no me vengan con cuentos! Su desesperante gramática incluyente (ellos y ellas, todos y todas, ciudadanos y ciudadanas), además de su sintaxis burocrática, lo hacen insoportable. Y lo entiendo, pues ¿qué se puede esperar de unas parrafadas escritas a tantas manos?
La decisión finalmente estará en manos del criterio propio. Yo, por mi parte, no tengo la menor duda, antes o después de leerlo (por partes, confieso) estaba y permanezco en el sí. Y bien, no creo que se trate de la apoteosis definitiva a la que se refieren los defensores de oficio, pero mucho menos veo el apocalipsis que vaticinan sus opositores.
Me basta con la confianza que me producen los negociadores por parte del Estado. De la Calle, Jaramillo, los generales Mora y Naranjo y todos los demás merecen mi gratitud y respeto. De la misma manera, las amañadas ¿por qué no decirlo? mentiras de la oposición me acercan aún más al sí. No creo en la amenaza castrochavista, y veo la necesidad de cierta impunidad, así como otros sapos. Pienso en un hecho incontrovertible: hemos vivido el año más pacífico de los últimos cincuenta años. Y desde ayer se dio un gran paso en su continuación.
Bien dice Carlos Duque: “No hay que leer la Biblia para creer en Dios. No hay que leerse las 297 páginas del acuerdo para creer en la paz. Doctores tiene la Iglesia”.
Que todo esto pueda salir mal es una posibilidad; pero lo contrario, el no, es la certeza de que todo siga peor. E insisto, no se les está entregando el país a las Farc. Se están haciendo concesiones que eran necesarias desde hace muchísimos años.
Mauricio Pombo