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El trasfondo

Jóvenes: los privilegios se ganan con esfuerzo y se conservan con perseverancia, no con llamas.

Algo va de la Revolución francesa y de Danton exaltando al pueblo –a la audacia contra una monarquía absoluta en nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad– a los áulicos de la nada que sin una sola propuesta incendiaron el país, dentro de un Estado dialogante. La visión común de una nación resultará esquiva siempre, mientras unos marchen para tener trabajo y otros incendien para que no lo tengan y para empujar, ocultos entre el humo y el fuego, agendas políticas que los canales democráticos una y otra vez les niegan.
¿Nos está pasando lo que a Chamberlain con Hitler? ¿Se metió el fascismo populista, ahora disfrazado de preocupación social, sentado en cómodos sillones en ciudades de la imbatible democracia norteamericana? Cuidado, sabemos todos que quien no aprende de la historia está condenado a repetirla, y es que el fascismo, un método mejor que una ideología, llega así, disfrazado de animal domado. Me recordó una descendiente de cubanos valerosos la tarde en que un Fidel sonriente dijo que la revolución sería como la leona de los Abreu, que no mordía...
Ahora, esa nueva generación que marcha buscando otro país puede forjarlo, pero el mejor yunque es el democrático. ¿Quién los detiene de crear el próximo Amazon, más riqueza y una nueva dinámica social? Solo un régimen totalitarista lo haría –vean a Venezuela–, la democracia no, al contrario. Hay fórmulas, un empresariado que muestra disposición a poner más para esa prosperidad común, lo ha dicho a través de los gremios, de los cacaos de cada sector, basta cogerles la caña y adelante, por ejemplo:
Creemos perímetros de estímulo y exención a la innovación alrededor de las universidades en todo el país. El capital podrá fluir libre hacia y desde estos, con una conectividad ilimitada sin costos, con incentivos a incubadoras, promoción de iniciativa empresarial sin trabas y así, en clusters del internet de las cosas, esas aspiraciones germinarán. En Colombia hay talento, conocimiento y muchas ganas.

Si de estos diálogos nacen nuevas condiciones y un pacto hacia la generosidad y la prosperidad común, podremos convivir en paz y armonía, dentro de ese otro país por el que tanto trabajamos.

La creación de clusters en otras industrias donde hay recursos es otro camino. Ecoturismo, difícil un país más rico en potencial que este; derivados del café y sus transformaciones, con valores agregados, y esa es la clave, exportar, pero con valor agregado a través de conocimiento y experticia. Ese modelo funciona, sus logros en otras latitudes son evidentes.
Ahora, algo va del monumento a la solidaridad vallecaucana, que cobró vida en los miles de marchantes de blanco y en paz, al dantesco símbolo que esculpió la narración de una mujer arrastrada sin piedad, destrozado su uniforme a zarpazos, sometida de pies y manos mientras decidían si violarla o matarla. Su género ultrajado, la majestad del imperio de la ley pisoteada, la Constitución violada y amenazada, y ¿en nombre de qué, o de quién? Hace 60 años, otra mujer narró el horror del Ceilán; Valle, casi idéntico, la reencarnación del mismo odio, ni azul ni rojo, solo odio puro.
Frente a la violencia desatada, quienes marchan y quienes no tienen derecho a que el Estado los defienda de esta andanada, con el uso legítimo de la fuerza si es necesario. En ejercicio de la legítima defensa, entendida como un instrumento de balance entre derechos protegidos por el consenso social en que vivimos y la declaración de guerra que le han hecho algunos, sin perder de vista que la única salida es concertada, no como un llamado a las armas, sino hacia la sensatez y el bien común.
Jóvenes: los privilegios se ganan con esfuerzo y se conservan con perseverancia, no con llamas ni atropellando los derechos de los demás. Si de estos diálogos, no de la violencia, nacen nuevas condiciones, como ya empezó a suceder, y un pacto hacia la generosidad y la prosperidad común, podremos convivir en paz y armonía, dentro de ese otro país por el que tanto trabajamos.
Mauricio Lloreda
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