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Encrucijada

Todos debemos ir más allá de las ‘buenas ideas’ y contribuir activamente a la creación de consensos.

Esta semana participé en un panel con Kristalina Georgieva, directora del Fondo Monetario Internacional, para hablar de los retos que enfrentaremos en un mundo posterior al covid-19. También intervino Minouche Shafik, la rectora del London School of Economics, quien acaba de lanzar un libro titulado ‘Lo que nos debemos: un nuevo contrato social para una sociedad mejor’.
La discusión destacó la importancia de construir un consenso social para una transformación exitosa y duradera. Ahora existe una ventana de oportunidad para implementar la próxima generación de reformas enfocadas en fortalecer las instituciones, brindar más espacio para los bienes públicos y mejorar la equidad en la distribución de recursos y oportunidades.
Lo más importante, en mi opinión, es que todos debemos ir más allá de las ‘buenas ideas’ y contribuir activamente a la creación de consensos. La realidad es que los mandatos políticos son demasiado cortos para ser un motor de transformación a largo plazo, pero nunca es tarde para comenzar. Debe haber otras fuerzas que sostengan el cambio para que este logre ser verdaderamente efectivo. Ojalá las elecciones de 2022 giren alrededor de estos temas y no sobre si el metro de Bogotá debió ser subterráneo o elevado.
La reforma tributaria –acompañada de medidas sociales– que ha anunciado el Gobierno puede ser una buena oportunidad para buscar los consensos que nos ayuden a construir el nuevo contrato social pospandemia.
Se dice que la reforma ha sido previamente acordada dentro del partido de gobierno en reuniones con el equipo económico. Eso no basta para hacerla políticamente viable. Para que haya una verdadera concertación, el debate se debe abrir a otros sectores.
Pero, más allá de eso, para que la reforma sea efectiva –que es lo verdaderamente importante– hay cambiar de enfoque. Las reformas iniciales del este gobierno fueron muy generosas con el capital, con medidas como la reducción del impuesto de renta a las sociedades y las exenciones a gran cantidad de actividades. Uno de los nuevos beneficios, que permite descontar el impuesto de industria y comercio del pago del impuesto de renta, representa para las empresas un ahorro de siete billones de pesos al año.
Estos recursos ahora hacen mucha falta –y se buscará reponerlos con el IVA o con el impuesto de renta a las personas naturales, incluyendo a los pensionados–. Esto no tiene sentido: lo lógico sería que el primer artículo del nuevo proyecto de ley derogara esa norma y otras exenciones, antes de pedir más esfuerzos a los colombianos.
Muy preocupantes resultan algunas señales que indican que en el Congreso se trataría de revivir el impuesto al patrimonio a las empresas, algo que tiene poca oposición política. Ese sería un gran error. Mucho mejor sería regresar a la tarifa del impuesto de renta de 33 % y postergar su reducción hasta que las condiciones económicas lo permitan.
Otro error que se debe evitar en el paso por el Congreso es el volver a crear una multiplicidad de tarifas de IVA que hacen muy difícil –por no decir imposible– la administración de este impuesto. En 2012 recibí el Ministerio de Hacienda con siete tarifas diferentes de IVA y lo entregué con tres, incluyendo la tarifa cero para los productos de la canasta básica.
En el conversatorio con la directora del FMI, el moderador me preguntó de manera directa: “Basado en su experiencia, ¿qué lecciones tiene para quienes actualmente están equilibrando la necesidad de mantener o aumentar el gasto social con las limitaciones fiscales?”.
Mi respuesta fue simple. Lo más importante es hablarle al país con claridad. Explicar hasta el cansancio las opciones existentes, con sus pros y contras. Al final –como dijo De Gaulle–, con frecuencia gobernar es escoger, entre dos males, el mal menor. El Gobierno debe reforzar la pedagogía para que todos quedemos convencidos de que la ruta escogida es, en efecto, la mejor de todas.
MAURICIO CÁRDENAS
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