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Dos escritores de recomendada lectura

Un libro de Héctor Abad Faciolince y uno de Tomás González, grandes plumas colombianas.

Martha Senn
Lo que fue presente
Lo que distingue a cualquier persona de sus congéneres son sus propias historias.
El escritor Héctor Abad Faciolince, con sus diarios íntimos, 1985-2006 –su “conjuro contra las desgracias”–, nos lleva a pensar, sentir y apreciar un trayecto de su propia vida. Su pluma lo convierte en un testigo de sí mismo que se presenta al lector como protagonista de deseos indescifrables, desasosiegos vitales, soledades y desolaciones; la felicidad que le llega en momentos equivocados, amores y desamores; grandes tristezas, infinitas ternuras, muerte, dolor y penas; consuelos y desconsuelos, “porque vivir es consolarse” nos dice.
Se requiere, para revelar y darse a conocer abiertamente desde tantas dimensiones emocionales, un gran talento en el arte de la literatura que, es bien sabido, posee este autor. También es indispensable una franqueza desgarradora, y la valentía de un mirar directo a los ojos, para asustarlo y ahuyentar así el miedo de ser calificado por los lectores como hombre, como amante, como persona, como ser humano, inclusive como escritor. Lo expresa en alguna parte: “Se llega a la edad en que el futuro es breve y queda muy poco para ser lo que seré”. Pero ya nos ayudó a sus lectores –así se lo dijo el profesor Carlos Gaviria– a comprender mejor buena parte de la trágica historia de Colombia con su novela ‘El olvido que seremos’.
Al terminar de leer este libro aparece una sospecha: ese “atado de contradicciones” –como se define a sí mismo– al que creemos ahora conocer a fondo por lo descarnado de sus aventuras, confesiones y reflexiones es, sin embargo, la versión literaria de él mismo, lo cual es aún más interesante para el lector. Bien perfilado su personaje, nos hace sentir a veces perturbados sobre algunas de sus vivencias, que por ser comunes con las nuestras nos afectan de una u otra forma. Al llegar a la última página, cumpliendo con el propósito del buen lector de observar qué es lo que nos queda, ciertamente no es la indiferencia. Además de la estela de serenidad con la que lo cierra, hay una emoción viva, eufórica y repleta de ideas en ebullición. ¡Que lo disfruten!
La espinosa belleza del mundo
Al leer este compendio de “cuentos más que reunidos” de Tomás González, regresó a mi memoria una pregunta que me ha perseguido: si fuera cierto el principio bíblico según el cual fuimos creados a imagen y semejanza divina, ¿cuál de los talentos artísticos creativos sería el más vecino a este predicado? ¿Quiénes son los artistas capaces de jugar como lo hizo Dios, al inicio de la creación?
Se trata de un gran escritor con la preciada capacidad para comenzar desde la página en blanco a construir con sus palabras un mundo, llenarlo de paisajes visuales y sonoros y habitarlo con personajes tan humanos y trágicos como los de estos relatos cortos. ‘Verdor’, escrito en 1993, es el primero de esta publicación. Una narración redonda en pocas líneas, como lo hacen los cuentos excelentes. Su protagonista es un pintor que, vencido por sus penas, entra en un estado de autodestrucción que lo lleva al territorio de la nada, desde donde, con su único recurso, sus tizas de colores, empieza, sobre lo ya creado, que se va transformando, a pintar un mundo nuevo.
¿Qué sucede cuando se pierde la memoria? ¿Cuando se retorna de un coma y ya no se es el mismo?
Son explosiones del alma de personajes muy humanos que tienen el reto de construir sus propios mundos a partir de la nada, como lo hizo Dios mismo. ¡No se pierdan esta lectura!
MARTHA SENN
Martha Senn
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