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Y el despelote que llega

El incidente de las objeciones presidenciales no derivó en un cataclísmico choque de trenes.

Por fortuna, el incidente de las objeciones presidenciales no derivó en el cataclísmico choque de trenes que auguraban entre la Presidencia y la Corte Constitucional. Las aguas volvieron a su cauce cuando la Corte se inhibió, como era apenas lógico, de darle instrucciones al Congreso.
Lo extraño y absurdo es que los congresistas, que siempre están luchando por defender su autonomía y el respeto por la dignidad de sus oficios legislativos, se le hubieran arrodillado a la Corte con una carta del representante Chacón en la que prácticamente le suplicaban relevarlos de revisar las objeciones presidenciales a un proyecto de su autoría.
Igual de absurdo resultó que algún magistrado de la Constitucional hubiera logrado entre los medios más serios, seguramente para ambientar su posición entre colegas cosechando apoyos de la opinión y de las redes, regar por varias horas la especie de que la Corte en pleno respondería la carta de Chacón dándole expresas instrucciones de no considerar válidas las objeciones presidenciales por no ser en materia de conveniencia, sino de constitucionalidad. Y de que se le iba a ordenar al Congreso devolver el expediente al Presidente para su sanción inmediata.
Nada de eso pasó. Prefiero pensar que prevaleció la seriedad de algunos de sus magistrados estudiosos y probos y no, como se ha llegado a decir por ahí, que se asustaron cuando alguien insinuó que podrían ser acusados de prevaricar y de que en las redes sociales las objeciones presidenciales tienen una gran acogida.
Pero si bien no hubo catástrofe, del despelote interpretativo que viene sí no nos escapamos.
Escenario 1. Las dos cámaras tienen que reaprobar por mayoría (54 votos en Senado y 87 en Cámara) los artículos objetados por el Presidente, y así quedaría entendido que no pasaron las objeciones. Eso técnicamente se llama que el Congreso “insiste” en los textos aprobados.
Escenario 2. El Congreso no tiene las mayorías para insistir en los textos aprobados. Se entienden entonces aceptadas las objeciones, y si hay nueva redacción, los artículos vuelven al examen de la Corte Constitucional. A no ser que el artículo sea eliminado completamente por causa de la objeción, y ya no quede materia para el examen constitucional de la Corte, pues el artículo ya no existiría en el mundo jurídico. Pero si su exclusión tiene incidencia sobre el resto de ley, vendrá el correspondiente examen para estudiar si al Congreso se le fue la mano tocando materias más allá de las objetadas.
Escenario 3. El Congreso se divide y una Cámara insiste solo en mantener la integridad de unos artículos y la otra, en otros. Si hay algún elemento de coincidencia, puede buscarse una conciliación. Si no lo hay, estamos en una situación en la que algunos dicen que las objeciones se entenderán como no acogidas, pero otros van a decir que sí, porque no logró quedar aprobado el texto como estaba antes de ser objetado.
Si el lector ha logrado llegar a este punto de la columna y ha entendido algo, le quedo inmensamente agradecida. Si no, le extiendo mi total comprensión y lo invito a que sobre tantas cosas técnicas y políticas imagine cómo será el trámite de las objeciones ante el Congreso: despelote total.
Capítulo aparte merecen las posturas del procurador general de la Nación, Fernando Carrillo, que a mi manera de ver son totalmente contradictorias. Porque por un lado rechazó las objeciones a la JEP asegurando que ya no cabían, ante la intangibilidad de la cosa juzgada constitucional. La posición asumida por la Corte derrotó su tesis. Pero luego hizo algo más raro: pidió a la JEP dar vía libre a la extradición de ‘Santrich’, cuando precisamente una de las objeciones presidenciales, que el propio Carrillo rechaza, es la que habría que resolver para que fuera posible extraditar a ‘Santrich’. Es decir, que si esto no se puede hacer todavía es porque la JEP considera que tiene la facultad de decretar y practicar pruebas, precisamente una de las cosas que objeta el Presidente por inconveniencia, y que Carrillo rechaza por improcedente.
¿Qué motivo oculto lleva al Procurador a este gesto con los gringos por un lado, mientras que por el otro hace todo lo contrario? No sé. Ojalá que no sea solo por la visa gringa, que obra milagros…
Entre tanto… Por fin en Bogotá otra nueva alternativa de un restaurante sorprendente. Café Universal.
MARÍA ISABEL RUEDA
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