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Piñata de culpas

¿Quién es responsable de que disidentes de Farc vuelvan a amenazar, armados, al pueblo colombiano?

Lo que pasó esta semana con ‘Iván Márquez’ y los suyos se veía llegar. No debió sorprender mucho a nadie. Estos señores venían dándonos amplias y suficientes pistas de sus planes cuando se esfumaron del territorio nacional y comenzaron a bailar sobre el filo de una justicia a su propia medida, diseñada para hacer casi imposible que alguno de ellos tuviera que ser expulsado y privado de sus beneficios.
Si ‘Márquez’, ‘Santrich’ y el ‘Paisa’ no hubieran aparecido en ese video informando oficialmente al país que nos han vuelto a declarar la guerra, la JEP, a la que despreciaron, aun en su blandura, que les convenía, lo seguiría pensando. Pero la prueba del video era una notificación oficial, y la JEP no tuvo más remedio que tragársela y reaccionar, por fin. Mientras tanto, ‘Santrich’ se puso sus gafas negras, se caló un fusil, lavó su pañoleta palestina, y voló.
¿Quién es responsable de que un puñado de disidentes de las Farc estén volviendo a amenazar, armados, al pueblo colombiano? La repartición de culpas se ha convertido en una piñata. ‘Iván Márquez’ asegura que la culpa es de Santander, que, según él, se unió con Washington para asesinar a Bolívar. Pero también culpa a la Corte Constitucional por haber modificado los acuerdos originales. Por su parte, Maduro asegura que la culpa la tuvo el asesinato de Gaitán. Humberto de la Calle culpa a Duque porque, según dice él, le había advertido una y otra vez que sus ataques permanentes al proceso y los riesgos de desestabilización jurídica podrían llevar a varios comandantes a tomar decisiones equivocadas.
Gustavo Petro, adivinen, le echa la culpa al abuelo de Paloma Valencia, Guillermo León, “que con su violencia creó a las Farc”. Dice que “Santos acabó con las Farc como guerrilla y que luego Uribe y Duque, los amigos de Paloma, las volvieron a crear”. Su lugarteniente, Gustavo Bolívar, le dice a Uribe: “máteme, como quiera. Esto que hizo con la paz no se borrará jamás de la historia negra de Colombia”. Mientras tanto, el presidente Santos asegura que todo esto es producto de una campaña de desprestigio, como táctica utilizada por la extrema derecha, y que ahora lo pretenden acusar de que las campañas a favor de la paz y el plebiscito “fueron financiadas por el narcotráfico y con sobornos de Odebrecht, Cemex e Impregilo”, y que insinúan que por su conducto engañaron a toda una comunidad internacional que a esta hora realmente cree que Santos dejó construida una paz muy sólida con la que Duque está acabando.
El expresidente que prometió que dejaría gobernar tranquilo a su sucesor no se aguantaba soltarle a Duque ciertas “instrucciones”: que ponga la paz por encima de los partidos (¡!), que se comprometa a detener los asesinatos de líderes (¡!), que abandone la insistencia de cambiar los acuerdos, y que verá que, así, la gran mayoría del país lo apoyará. En conclusión, le pide a Duque que “deje la paz en paz”, pero que la empuje invitando a Felipe González y a Pepe Mujica a donde ya no tienen ningún papel que cumplir.
Pero volvamos a ‘Márquez’. Su discurso está lleno de frases escritas para justificar una decisión que puede que desde el principio hubiera tomado. (Rivalidad Timochenko-‘Márquez’). Asegura que se produjo el “desarme ingenuo de la guerrilla, a cambio de nada”. Y que la trampa, la traición, la perfidia y la inseguridad jurídica creada por el Estado fueron las que los obligaron a volver al monte.
Y le reserva su memorial de agravios a Santos, a quien acusa de que les prometió, “con impostada voz de Nobel de paz”, que no los iba a conejear, pero que no fue capaz de titularles la tierra. En fin, ‘Márquez’ sostiene que el acuerdo fue destrozado por personas que no actuaron como plenipotenciarias de las partes, como el Fiscal, los congresistas de derecha de Uribe y de Duque y la embajada de Washington.
Pero las culpas ya no importan. Un país entero, Venezuela, se nos ha convertido en la retaguardia de las disidencias que buscan tumbar al Estado colombiano. Durante su breve paso por Bogotá y sus principales ciudades, los disidentes con futuros planes tuvieron oportunidad de mirar y de fijarse mucho acerca de cómo opera el sistema por dentro. Después se esfumaron, pero ya aprendidos y con suficiente información. Se ha dicho que andan en el mercado tras unos enormes drones. Se cree que planean actos de alto impacto en la capital. Aseguran que la nueva arremetida será cruel pero corta, por lo que muy pronto tendrán el país arrodillado.
Ante la inminencia de esta amenaza, ¿no ha llegado la hora de entender que las culpas son cosas del pasado, y que la única salida del presente es defendernos contra un enemigo que, querámoslo o no, nos es, sin excepciones, absolutamente común?
Entre tanto… Y quién sabe qué sigue después “del mejor acuerdo posible”.
MARÍA ISABEL RUEDA
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