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El plus de Fajardo

El plus de Fajardo

Tiene la posibilidad de canalizar a los enemigos del establecimiento en una faceta moderada.

El candidato de moda esta semana fue Sergio Fajardo. Eso sí, sin abrir la boca. Aunque quiso hacerlo con motivo de la ceremonia de entrega de firmas necesarias para inscribirse como candidato, al tiempo que lanzaba su libro ‘El poder de la decencia’ (no confundir con la ‘La lista de la decencia’, de Clara López y Petro). Pero un atentado de ‘fuego amigo’ lo dejó mudo.

La inscripción de Sergio se transformó esa mañana y todo el resto de la semana en la noticia de que Claudia López daba por terminados los esfuerzos de la unión programática que ella y Robledo venían trabajando hasta la noche anterior, incluso, con delegados de Fajardo, a quien ella culpó de individualista; por lo que se dio a entender que hasta allí llegaba este intento de coalición que demostró su incapacidad de superar la prueba ácida del mecanismo para la selección del candidato presidencial.

Aunque Claudia López rectificó, cosa que hace con frecuencia, sobre todo cuando acusa a gritos a los demás de corruptos, la magia de esta coalición, que había logrado enamorar a muchos jóvenes, se rompió. Se desvelaron las pasiones humanas, las ambiciones y las puñaladas traperas inherentes a toda actividad política. Fajardo solo atinó a decir que la declaración de López le había parecido “bizarra”.

Pero en el episodio, a Fajardo se le apareció la Virgen. Estaba preso de la coalición y rompió sus cadenas. A juzgar por la encuesta Invamer Gallup publicada el fin de semana, aparece un Fajardo sólido, crecido, y una López en caída, que si antes gustaba pero asustaba, ahora gusta menos pero asusta igual. Y lo más impactante, un Jorge Enrique Robledo bordeando el margen de error, por debajo... ¡de ‘Timochenko’! Tan solo eso queda de tan respetada figura del Congreso que lideraba los debates anticorrupción. Por lo visto, Claudia López, con su protagonismo, licuó también a Robledo.

La única manera de salvar esta coalición es que sus exsocios tengan un ataque de altruismo y le cedan a Fajardo esa candidatura, sin más rifas, encuestas o consultas interpartidistas. A ver si por fin empieza el debate de las ideas, de los programas, de las propuestas, pues la posición poco polarizante escogida por Fajardo le ha servido para llegar hasta acá, pero pasada la Navidad le espera un formidable contendor como Germán Vargas Lleras, que en menos de dos meses ya le ha entregado al país su propuesta económica, de salud, de familia y de mujer, de infraestructura y aún no encuentra contendor de su talla para debatir sus ideas.

Fajardo tiene, por lo pronto, varias ventajas. Frente a Petro, es el que presenta una alternativa moderada de antipolítica. Siendo así, le quedaría fácil quitarle a Petro la franja del descontento. Pero, además, la imagen de Sergio Fajardo viene adornada de cosas que parece y que sirven, pero que no son. Sergio parece un jovencito, pero tiene 62 años. Le ayudan la melena y los tenis. Sergio es, indudablemente, un símbolo anticorrupción, aunque durante su paso por la gobernación y la alcaldía de Antioquia, según su propia confesión en un reciente foro, se ganó más de ciento y pico de investigaciones. De esa etapa en su departamento le falta explicar ‘el elefante’ de la Biblioteca España; el fracaso de los parques educativos; la supuesta acusación de la Contraloría de que violó la regla fiscal en un 0,9 por ciento por gastar más de lo que le entró; gastos millonarios en publicidad; el descenso del ‘ranking’ educativo del departamento del puesto 6 al 12, y en el desempeño fiscal y financiero quedó de  18 sobre 32 departamentos, según Planeación Nacional (dato corregido).

También tendrá que explicar la controvertida negociación de Orbitel; contrataciones en infraestructura bajo urgencia manifiesta que duró tres años y que adicionó siete veces; e Hidroituango, para mencionar solo algunos ejemplos.

Pero, mientras tanto, y seguramente por andar armando la coalición, preocupado por tener lista para el Congreso, no ha podido o no ha querido todavía concretarse, por lo que las cosas que dice en los foros a los que ha sido invitado suenan demasiado gaseosas y poco precisas para comprometerlo con unas propuestas claras de campaña, como no sea la de la anticorrupción, que es la más fácil de todas las banderas puesto que no tiene contradictor y no ha aparecido el primer votante que salga a decirle: ¡Yo sí quiero la corrupción!

Pero, insisto: el principal plus de Fajardo es su posibilidad de canalizar a los enemigos del establecimiento en una faceta moderada, después de ocho extenuantes años de Santos y de un polarizante proceso de paz.

Entre tanto... Todas las formas de lucha son válidas para el Gobierno para cumplir el acuerdo del Colón.

MARÍA ISABEL RUEDA

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