La justicia transicional es inevitable en los procesos de paz. Pero en la modalidad que inicialmente concebía este gobierno, según el acto legislativo 01 del 2012, que hizo aprobar en el Congreso, no estaba incluida la creación de un monstruo semejante al del Tribunal para la Paz, sino que la justicia transicional la aplicaría el aparato judicial existente en Colombia.
Ya en La Habana, el abogado español Enrique Santiago tiró el proyecto a la caneca. Lo que servía era crear un tribunal de “absoluciones” que calmara las dudas de la Corte Penal Internacional, con el pretexto de que todos los autores de delitos graves serán sancionados, aunque sea levemente, con solo contar la verdad, que es el salvoconducto del Gobierno contra la tesis de la impunidad.
Pero digamos que hasta ahí está entendido. Unos colombianos lo aceptarán; otros, no. El problema es el resto, casi todo lo demás, que no entendemos de este tribunal.
De él dijo el abogado Santiago que es un proyecto único en el mundo. Eso puede producir admiración, por la intrepidez de los negociadores, o terror de que Colombia sea el único país del mundo que haya aceptado semejante cosa.
Su competencia será investigar y juzgar todos los actos directa o indirectamente relacionados con el conflicto. Asumirá los procesos nuevos y los ya existentes, sin límites para atrás ni para adelante en el tiempo. Podrá reabrir cuantos procesos estén fallados por la justicia ordinaria o por los organismos de control, penales, disciplinarios o de carácter fiscal, con el objeto de hasta anular la sentencia condenatoria o disminuir la pena.
Semejante aparato estará por encima de la Corte Constitucional, de la Suprema, del Consejo de Estado, de la Procuraduría, de la Contraloría, de la Comisión de Acusación del Congreso, de la Fiscalía, de la justicia penal militar y, desde luego, de todos los jueces de la República.
Esta es la hora en la que nadie sabe cuánto costará. Ni qué legislación aplicará. Tampoco sabemos quiénes elegirán a las cinco personas encargadas de escoger a los mínimo 64 magistrados, entre principales y suplentes, 14 extranjeros, que se encargarán de juzgar a las Farc y a los empresarios. Solo han aceptado la ONU, la ONG y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el mismo que no permitió traer a Colombia al profesor de paramilitares Yair Klein para ser juzgado aquí y que ahora vendrá a dictarnos cátedra de justicia. De la Corte Suprema, otra invitada a escoger magistrados, solo se sabe que todavía está pensando si acepta, tal y como le respondieron al exministro Jaime Castro en un derecho de petición. Allá su presidenta, doctora Cabello Blanco, estaba muy ocupada ternando a Perdomo como procurador, para distraerse en otros temas menos trascendentales.
Tampoco tenemos muy claro a quiénes podrá juzgar para “absolver” ese tribunal. La duda da hasta para que ‘Popeye’ diga que, aun cuando ya pagó su pena, acudirá al Tribunal para que le permita ser senador. Con el doctor De la Calle he intercambiado amistosos chats sobre mi tesis de que si los paramilitares están tan amigables con sus archienemigos es porque aspiran a acudir al Tribunal, al igual que los ‘parapolíticos’ y los ‘Farcpolíticos’, a que les solivianten sus penas, posibilidad que De la Calle me ha calificado de “ejercicios de predicción”. Estoy de acuerdo. Este tribunal tiene más tinieblas que claridades.
Por lo pronto, se sabe que su gerente será Néstor Raúl Correa, a quien nadie sabe muy bien quién nombro, a qué horas y con qué facultades. Correa, si bien es un hombre de buena fama, viene del Consejo Superior de la Judicatura, el mismo órgano que, según el contralor Maya, gastó 2,3 billones para descongestionar la justicia y no lo logró. De manera que eficiencia no le pidan.
Por último, tampoco sabemos cuánto durará funcionando el Tribunal. Lo que les dé la gana a sus magistrados. Pero incluso el día que terminen sus funciones, que puede ser en 3, 6 o 10 años, mantendrá una sala de estabilidad que se autoconvocará infinitamente hacia el futuro cuando a las Farc no les guste una ley del Congreso o una decisión de las cortes.
Y la única manera de cambiar este supratribunal, cuyas decisiones tendrán segunda instancia solo en el tribunal celestial, será a través de una constituyente.
Por todo eso, este tribunal es motivo de escalofríos.
Entre tanto... ¿Qué le contestarán Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler a Plinio?
MARÍA ISABEL RUEDA
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