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Órdenes cantinflescas

Se desmontó de un plumazo la élite militar y policial, preparada en la carrera militar.

María Isabel Rueda
El presidente Petro acaba de dar inicio al proceso de paz con el Eln. Pero lo hasta ahora ofrecido es todo de acá para allá, mientras de allá para acá, nada. En la agenda común exploratoria acordada con el Eln bajo el gobierno Santos, para esta etapa ya se había firmado un cese del fuego, no en calidad de fin del conflicto, sino de comienzo de las negociaciones. La idea era extenderlo durante el primer semestre del 2018, para entrar de lleno en la Agenda Común, en cuyo punto 1 figura la “Participación de la sociedad en la construcción de la paz”.
Es la vieja aspiración del Eln, que ellos llaman la Convención Nacional, y que Petro inauguró el viernes con los diálogos regionales vinculantes en Turbaco. Serán 50 y se extenderán por 9 semanas, para que esto no se convierta simplemente en un proceso dialogante, sin conclusiones concretas ni oportunas. La primera duda que nos asalta es: si toda esa “lista de mercado” que saldrá de los 50 diálogos regionales se incorpora, como se prometió, al Plan Nacional de Desarrollo, ¿sobre qué versarán las negociaciones en la mesa con el Eln?
Además, este grupo guerrillero se siente de “mejor familia”; considera que tiene derecho a la rebelión, por lo que rechaza rotundamente que los metan en el mismo saco de la “paz total” con organizaciones criminales.
El problema es que especialmente la actividad del narcotráfico confunde cada día más las ya borrosas fronteras entre grupos políticos y de delincuencia común. Todos matan, secuestran, reclutan niños, narcotrafican y siembran bombas. Pero es tal el afán con el que este gobierno se le ha metido a la paz total que las improvisaciones son el pan de cada día, con sus resultantes ‘reculadas’; y mientras tanto, Ejército y Policía no aparecen ni en el campo ni en la ciudad. Como si en el proyecto de paz total su papel fuera permanecer en un limbo, hasta nueva orden.
Para confirmar esta teoría no es sino repasar una casi cantinflesca entrevista que el ministro de Defensa, Iván Velásquez, les concedió a dos pilísimos reporteros del Canal Caracol.
Como ante la reciente quema de CAI en la capital no vimos aparecer a nadie, la periodista le preguntó: “ministro, ¿hay una orden para que el Esmad no intervenga?”. Velásquez le respondió: “El Esmad será el último, último, último recurso, cuando no haya otra manera de controlar una situación”. Yo me pregunto: ¿cuándo se activará ese último, último, último recurso? ¿Cuando terminen de incendiar el CAI o cuando quemen vivos a los policías en su interior? Debe ser lo segundo; porque mientras se incendiaban los CAI, no apareció nadie. ¿Y ya, entonces, para qué Esmad?
Más desconcertante aún fue la respuesta que siguió del ministro, que cito estrictamente entre comillas. Dice Velásquez: “Sobre lo de los CAI, una acción, una protesta que se consideraba o que se tenía noticia (sic) que se iba a producir en el CAI, ocurrió que se desbordó. Pero esto es… por lo menos teniendo un diseño de acción que empieza en ejecución y que tiene que irse afinando para que cumpla realmente el objetivo y sea realmente eficaz. Yo espero que esto no sea una acción que pueda volver a producirse”.
¿Qué puede haber entendido la Fuerza Pública de esta respuesta? Con razón no apareció.
¿En qué estamos?
En que se desmontó de un plumazo la élite militar y policial, trabajosamente preparada en la carrera militar. En que, ahora, a los miembros de la Fuerza Pública se les niega su presunción de inocencia por tener “tachas” en sus hojas de vida, no siempre verificadas judicialmente, mientras a altos funcionarios se les nombra en el Gobierno casi que por estar llamados a juicio. En que ya el Ejército no bombardea: observa. En que el Esmad ya no actúa, espera y dialoga. En que a la policía la están trasteando a un ministerio que no existe. En que andamos ofreciendo recompensas a los jóvenes para que no entren a los grupos criminales o se salgan de ellos, y puedan volver a estudiar, mientras los jóvenes sin prontuario criminal se preguntan ahí cómo van ellos. En que habrá “acogimiento” judicial para las bandas de narcos y sicarios. En que un día sí, al otro no, pero al siguiente otra vez sí, está prohibida la erradicación forzada de coca. En que a los invasores se les amenaza con plazos que no se cumplen, lo cual hace cómplices a las autoridades del Estado. En que las vías de hecho para buscar reivindicaciones justas o injustas, como bloqueos de las vías y hasta casi acabar con el funcionamiento de la hidroeléctrica más importante del país, se están volviendo una forma de vida.
¿No será todo esto síntoma del comienzo de un cese del fuego unilateral del Estado colombiano, con el trasfondo de una peligrosa desmoralización de la Fuerza Pública?
Entre tanto... ¡Qué se iba a imaginar el Eln que la iba a sacar más barata que las Farc! Y con la ñapa de Maduro como padrino…
MARÍA ISABEL RUEDA
María Isabel Rueda
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