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De Lula a Petro

Lula y Petro puede que se parezcan pero los está distanciando el ejercicio de la autoridad.

Es repudiable la tempestad que hordas de simpatizantes del anterior presidente brasilero, Jair Bolsonaro, causaron en Brasilia el 8 de enero. En hechos que investiga la justicia, fueron invadidas de manera violenta las sedes del Congreso, la Corte Suprema y el Palacio presidencial, con la intención de reversar el resultado electoral que llevó otra vez al poder Lula da Silva. ¿Qué coincidencias podemos encontrar con lo protagonizado por multitudes simpatizantes de Trump en Washington, en 2021?
La primera, es obvio que en Brasil hicieron ‘copy-paste’ de lo sucedido hace dos años en el Congreso de EE. UU. Ambos grupos militan en el populismo de extrema derecha, y están convencidos de que su misión en la tierra es reversar unos resultados electorales que les fueron robados. Ni sobre Trump ni Bolsonaro existen pruebas de que hubieran dirigido las protestas, pero ambos habían advertido claramente que, si perdían, era porque los resultados habían sido manipulados. Y ambos perdieron.
Ni en Brasil ni en EE. UU. es claro aún si las autoridades, la policía, fueron tolerantes con los violentos. En Washington, porque quienes protegían el Capitolio se demoraron en reaccionar ante la toma; en Brasilia, porque varios aparecen conversando con los manifestantes y sacándose selfis. Incluso, en algunos tramos los escoltaron.
Ya Trump está retirado del poder. Pero Lula apenas comienza un nuevo período, por lo que, de manera más pragmática, debe intentar gobernar para todos los brasileros, sin excluir a quienes lo detestan o desconfían de sus manos limpias, para que por lo menos se lo soporten y no sigan saboteándolo.
Pero, así como entre los manifestantes bolsonaristas y los trumpistas hay demasiado parecido, más bien son diferencias grandes las que separan a Lula da Silva del presidente colombiano, Gustavo Petro.
La reacción inmediata de Lula fue salir ante los medios a condenar las manifestaciones violentas con estas exactas palabras: “Se comportan como verdaderos vándalos. Todos serán encontrados y castigados. La democracia garantiza la libertad de expresión, pero también exige que las personas respeten las instituciones”.
Por el contrario, ¿qué hizo Petro, cuando se produjeron los violentos disturbios contra el gobierno del presidente Duque en varias ciudades del país? Veamos. Uno: nunca dijo, como Lula, que el comportamiento había sido de vándalos. Por el contrario, él y sus más cercanos aseguraron que eran protestas legítimas que habían recibido de la Policía una reacción desmedida, con el propósito de sacarles los ojos a los jóvenes de la primera línea. Total: ni atacar con bombas molotov, ni agredir con armas hechizas, ni destruir la propiedad pública, incluyendo edificios y buses de transporte público, ni incendiar Cais; nada de ello jamás constituyó para Petro, como sí para Bolsonaro, actos de vandalismo, sino de protesta social legítima.
Dos: lo de encontrar y castigar a los responsables condujo a las autoridades brasileras a detener cerca de 1.500 personas que, según la promesa de Lula, serán procesadas y castigadas. ¿Qué hizo Petro? Llegar a la Presidencia a prometer (en vano, obviamente) que antes del 24 de diciembre serían excarcelados los acusados de cometer estos excesos, que incluyeron hasta tortura de ciudadanos. A hoy solo ha logrado que liberen a tres, porque, por fortuna, la valiente jueza 28 penal de conocimiento se le plantó al gobierno Petro, argumentando que carecía de competencia para liberar a otros tres jóvenes ungidos por el Gobierno como voceros de paz, y que los únicos con competencia para ello son los jueces de control de garantías. Es una buena noticia que no todo el Poder Judicial está arrodillado a los caprichos del mandamás, que con el dedo va señalando quién debe ser liberado, sin importar los delitos que pudo cometer.
Tres: aferrado a que la democracia garantiza la libertad de expresión, Petro se brinca la exigencia de Lula a los manifestantes de que respeten las instituciones. Eso puede cuadrar bien en Brasil, pero aquí, atacar a la Policía, incendiar Cais, atentar contra el transporte público, poner una bomba en un centro comercial o hasta intentar derribar a un presidente en vuelo, como le sucedió a Duque en su helicóptero, no despierta de este Presidente sino sentimientos de ternura, así involucren un ataque en contra de las instituciones. Total, aquí los manifestantes violentos seguirán saliendo libres, mientras en Brasil la justicia les aplicará su merecida sanción.
De manera que Lula y Petro puede que se parezcan. Ambos militan en la izquierda democrática, y hasta estuvieron en la cárcel, Lula acusado de corrupción y Petro de guerrillero. Pero los está distanciando el ejercicio de la autoridad.
En eso sale muy bien librado el brasilero, y muy mal el colombiano.
MARÍA ISABEL RUEDA
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