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Al ritmo de Epa Colombia

La pena perdió la proporcionalidad frente al acto que debe sancionar.

La condena penal a una criatura de comportamiento intolerable, que opera bajo el nombre artístico de Epa Colombia, una antiheroína que la gente sigue en redes o por que le excitan sus acciones –como acabar con los equipos de TransMilenio– o porque se rinde ante su antiestética expresividad, le sirvió de motivo al expresidente Álvaro Uribe para inventarse una propuesta de amnistía general para el país.
Es cierto que nuestro sistema penal hace rato está desbalanceado. Si a la niña Epa le imponen cinco años por volverse frenética con un martillo, mientras a un asesino y secuestrador de las Farc le imponen otros cinco, alguna tuerca está funcionando mal en nuestro Código Penal. La pena perdió la proporcionalidad frente al acto que debe sancionar. Pero que de un día para el otro el expresidente Uribe suelte su propuesta de un proyecto de amnistía general a sabiendas de que, por los cánones internacionales, desde la firma del Estatuto de Roma sería imposible de aplicar, no es sincero. ¿Pero no ha sido él, acaso, uno de los primeros en quejarse de la impunidad del acuerdo de paz? Además de que un proyecto de acto legislativo tomaría cuatro sesiones en el Congreso y solo quedan diez meses de gobierno...
Pero lo que empezó siendo una propuesta de amnistía general, en el curso de la semana se desmoronó: se le fueron cayendo los pisos hasta quedar convertida en un proyecto mínimo, de un solo piso, en el que es clarísimo que la tal amnistía general de Uribe se reduce a una cosa: a que los integrantes de las Fuerzas Militares que completen cinco años privados de su libertad puedan tener libertad condicional y ejercer derechos políticos, siempre y cuando les hayan pedido perdón a las víctimas y contribuyan a la verdad. Y mezcla a los militares en ese beneficio con delincuentes comunes, a los que también se les ofrece que, por una sola vez, puedan ser elegidos para cargos de representación popular, o nombrados en cargos públicos. Es decir, el ladrón de su carro podrá ser su próximo alcalde.
Al final de su proyecto de acto legislativo, Uribe pide algo que habría sido lógico cuando se construía la JEP: que a los militares los juzgue una estructura especial compuesta por jueces que no hubieran participado en denuncias, investigación, juzgamiento o pronunciamientos públicos contra sus investigados. Pero eso nada tiene que ver con una amnistía general de colombianos.
Conocida la posición de Uribe, Humberto de la Calle, exjefe negociador en La Habana (y quien, aunque suene increíble, sigue de precandidato presidencial), escribió, junto con el ex alto comisionado de Paz Sergio Jaramillo, de vida académica mucho más discreta en Europa, y con quien mantengo interesante interlocución, un documento glosando la insólita propuesta de Uribe.
Niegan por enésima vez la teoría de que el de La Habana fue un acuerdo que pactaba la impunidad, argumentando que permite la selección de los máximos responsables de crímenes de guerra y lesa humanidad para que sean investigados y juzgados; y sobre los no seleccionados, autoriza la renuncia a la acción penal. Una forma “moderna” de amnistía selectiva (no la general que propone Uribe), combinando instrumentos judiciales y extra judiciales.
En esta carta revelan que a las Farc hubo que explicarles, en un momento muy caliente de la negociación, que por la realidad política y jurídica del siglo XXI “no puede haber y no habrá amnistía general. Punto”. Pero según los firmantes, el Estatuto de Roma le permitió a Colombia resolver en este acuerdo el problema que la aquejaba desde hace 30 años: el de “cómo superar el dilema entre la justicia y la paz”.
La pregunta del millón es esa: ¿será que sí se superó? ¿O será que ver a un asesino de las Farc en una curul del Congreso y no en una cárcel nos dejó ese concepto bastante cojo, y a los colombianos bastante divididos al respecto? Porque paz no tenemos. Hay unos obesos y/o envejecidos excombatientes de las Farc que hoy no están disparando, por lo cual se les agradece. Pero justicia tampoco estamos viendo. Desde luego, la manera de arreglar este desbalance no es proponiendo en Colombia una amnistía general, que no es sino una propuesta que se reduce a que miembros del Ejército y un puñado de delincuentes comunes puedan ser elegidos o nombrados en la burocracia, porque ya pagaron lo mismo que Epa Colombia, el nuevo termómetro de la proporcionalidad penal nacional.
Entre tanto... Interesante el aterrizaje de Alejandro Gaviria en el ruedo electoral. Lo que no se sabe es cómo hará para mantener prudentemente alejado de su despegue al expresidente César Gaviria y a todo lo que queda de liberalismo oficialista.
MARÍA ISABEL RUEDA
(Lea todas las columnas de María Isabel Rueda en EL TIEMPO, aquí).
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