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Parirás con dolores

Habrá, en general, una reducción peligrosa de derechos clave conquistados en el último siglo.

La sangre manaba como un grifo abierto, y cuando llegó la ambulancia estaba a punto de caer inconsciente en el suelo. En la clínica se demoraron tres horas en llevarla a cirugía, y su presión sanguínea estaba tan baja que ya no podían darle más morfina. Incluso le preguntaron si tenía listo su testamento.
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Lo siguiente que recuerda es despertar horas después, con la boca totalmente seca, acostada en una camilla, cubierta con una manta térmica. Ese día por la tarde se había tomado dos pastillas que le habían enviado desde Inglaterra para practicarse un aborto.
El estado en que vivía en EE. UU. la obligaba a hacerse un ultrasonido antes de practicarle un aborto, pero para ella era tal la tortura emocional que decidió hacerlo por su cuenta. Lo hizo sin saber, claro, que podía costarle la vida por malformaciones del útero que luego le ocasionarían una hemorragia.
Cuando ocurrió, en enero de 2021, era difícil practicarse un aborto en Estados Unidos, pero la decisión del 24 de junio de este año, por la Corte Suprema, empeora aún más la situación, pues abre la puerta a una prohibición total del aborto en todo el territorio nacional.

Es deber honrar los sistemas políticos laicos en los que vivimos, sustentados en una búsqueda colectiva del respeto, el bienestar y la felicidad.

El veto total, empero, no eliminará los abortos sino que obligará a las mujeres a arriesgar sus vidas en procedimientos ilegales sin supervisión médica. Y no es menester traer a colación el viejo debate sobre el origen de la vida, si es en la concepción, cuando late el corazón del feto o cuando estornuda. Lo clave aquí, que siempre se ha ignorado, es la voluntad de la mujer y el derecho a tomar decisiones de índole médica sin intervención de su familia, de su pareja y mucho menos del Estado.
Lo relevante aquí es su derecho a la privacidad cuando tome decisiones médicas sobre su cuerpo. El embarazo ocurre dentro del cuerpo de una mujer y es su decisión, como un ciudadano adulto y en total uso de sus facultades mentales, si quiere seguir con ese embarazo o no.
El mayor impacto lo tendrán el cuerpo de la mujer, la vida de la mujer y los proyectos vitales de esa mujer; por lo tanto, debe ser decisión de la mujer, no del cigoto ‒anteproyecto de ser humano‒, del marido, del Estado o de la Iglesia, los cuales no se ven afectados por ese embarazo o aborto en lo más mínimo.
Si bien la mujer es un ciudadano adulto en plenitud de sus facultades mentales, como he dicho, se la trata como a una niña sin criterio ni capacidad decisoria. No es casualidad que en Colombia les digan “niñas” a mujeres hechas y derechas.
Lo que ocurre hoy en Estados Unidos no solo tendrá repercusiones nefastas en el resto del mundo ‒ya en Colombia intentan reversar la legalización del aborto‒, sino que no parará ahí. Ya se especula que prohibirán también el matrimonio gay y habrá, en general, una reducción peligrosa de derechos clave conquistados en el último siglo.
Vetarán todo aquello que no se ajuste a su visión religioso/anacrónica de la sociedad, desde la libertad de cátedra en la academia hasta los derechos conquistados por la mujer, por los inmigrantes, las minorías étnicas y la comunidad LGBTIQ+ en la política, en la cultura y en la economía. Se trata de un reversazo apenas comparable con los regímenes talibanes.
Las expresiones religiosas deben respetarse, claro, pero ellas deben restringirse a los espacios destinados a su expresión, y ciertamente el recinto que convoca a los miembros de la Corte Suprema de Justicia en EE. UU. no es uno de ellos. Es deber honrar los sistemas políticos laicos en los que vivimos, sustentados en una búsqueda colectiva del respeto, el bienestar y la felicidad. El parto con dolores impuesto a la mujer pecadora es una imagen misógina de un libro religioso, no un aparte de la Constitución en un Estado moderno. Es deber de nuestros gobernantes que nuestras democracias no se conviertan en temibles teocracias.
MARÍA ANTONIA GARCÍA DE LA TORRE
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