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Apocalipsis Trump

Apocalipsis Trump

El temor ha invadido a ese 50 % de ciudadanos que ven en él el fin de 'Obamacare', de las visas para profesionales, y un incremento del racismo.

Estados Unidos se ufana de ser el mejor país del mundo. Lo dicen así, sin modestia. Son el imperio, el modelo, el símbolo de bienestar y progreso. Quizá es por esa imagen tatuada en su conciencia que dejaron nacer y crecer un extremismo que subestimaron hasta la noche del 8 de noviembre. Donald Trump fue elegido presidente. La estupefacción colectiva los dejó mudos, atónitos al darse cuenta de que al menos la mitad de los votantes está de acuerdo con un líder retardatario y lleno de odio.

Fue solo en la noche del 8 de noviembre que vieron el colapso de los derechos y de las libertades, ahora en manos de un hombre que llamó terroristas a los musulmanes, ladrones y violadores a los mexicanos, que trata con desprecio a las mujeres, que se ufana de no pagar los impuestos que debería, respaldado abiertamente por una sociedad que quemaba vivos a los negros, el Ku Klux Klan, y que planea deportar a todo individuo que no haya nacido en territorio estadounidense. Sí, este hombre, Donald Trump, nacido en cuna de oro y educado en un mundo en el que no hay lugar para la diversidad cultural y racial, es el sucesor de Barack Obama.

El temor ha invadido a ese 50 % de ciudadanos que ven en Trump el fin de ‘Obamacare’, de las visas para profesionales (H1B), un incremento del racismo, del sexismo y la posibilidad de multiplicar las acciones bélicas estadounidenses en otras regiones del mundo. En el mundo de Trump, no caben la tolerancia, la igualdad ni el respeto.

Su influencia ha coincidido ‒vaya casualidad‒ con un aumento de agresiones a individuos de otras razas y nacionalidades distintas de la blanca estadounidense en todo el territorio. Y perpetuar su ejemplo desde la Casa Blanca ‒y durante cuatro años‒ sentará un precedente funesto para el resto del mundo, legitimando el trato indigno a minorías étnicas y a la mujer, esa realidad de ‘mad men’ que Obama tanto se esforzó por dejar atrás.

El país está de duelo, y el resto del mundo teme la proliferación de medidas racistas, misóginas, belicosas y xenófobas. Y no es para menos, pues fue elegido un hombre que jamás en su vida ha ocupado un cargo público, que no conoce la realidad de la clase media y baja estadounidenses, que no ve la hora de mandar construir otro muro que separe aún más a México y a EE. UU. Tanto es el miedo que una vez se conoció el ganador, colapsó la página web que da información sobre el proceso de migración a Canadá.

Muchos prefieren irse a tener que soportar cuatro años de Trump en la presidencia. Esta vez ganó la América profunda, la que ha mantenido su racismo y xenofobia en niveles socialmente aceptables, pero que anhela medidas de corte medieval como la expulsión de los árabes y los latinos.

Ganó un hombre que representa los valores de una dictadura y desprecia los que enarbola una democracia. La cordura de este país dependerá de esa otra mitad que votó por Hillary Clinton, a pesar de que ella tampoco fuera la candidata ideal. Muchos pasaremos cuatro años anhelando inútilmente que el vencedor de esa oscura noche del 8 de noviembre hubiera sido el brillante y sensato Bernie Sanders. ¿Cuándo cesará la horrible noche?


María Antonia García de la Torre
@caidadelatorre

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