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Lo sagrado

Lo sagrado, más que saberse, probablemente se viva como una revelación cotidiana.

Si acordáramos que lo que se considera sagrado es el resultado de una convención, sería lógica la conclusión de que ‘sagrado’ (¿en su sentido más puro?) es todo aquello que el hombre no puede profanar, no porque sea ‘pecado’ sino porque excede su razón. Lo puramente sagrado quizás se relacione con un estupor que nos silencia y recoge y que se resiste al nombre, pues no hay límites para lo sagrado. Sería concebible su rebeldía porque lo sagrado no se deja encarcelar en la prisión de los nombres; definir las cosas o nombrarlas es una forma de desacralizarlas. 
Si es cierto que lo sacro comprende lo que alude a la divinidad, podría conformarme con esa o cualquier otra palabra para decir lo que no es. La palabra ‘Dios’ no es Dios. La palabra es el nombre de lo que no es posible bautizar nunca. Podría ser que lo sagrado en las “sagradas escrituras” se halle en su poesía, en los pasajes inspirados y bellos que se vuelven un milagro asombroso al atravesar la trampa de la palabra.
Decir con buenas intenciones “la vida es sagrada” no concede esa cualidad. Es posible que la vida sea sagrada en cuanto a lo indescifrable y misteriosa que es; la vida en cuanto enigma es inviolable, pero vemos que no es sagrada en el sentido práctico y moral (‘matarás’ es uno de los mandamientos de la guerra y siempre se ha obedecido ‘sagradamente’). Tal vez habría que fijarse en la experiencia de lo sagrado y buscarlo fuera del lenguaje, que es, de suyo, un entramado político. Lo sagrado, más que saberse, probablemente se viva como una revelación cotidiana de un pequeño secreto.
Puede que no sea una categoría dada por ley, sino un estado beatífico del ser que no viene del ‘más allá’, sino de su propia conciencia y que nos ocurre a todos aquí en la Tierra. He creído participar de lo sagrado en un gesto o en un sabor o en momentos que atesoro devota y puntualmente y que ansío reverenciar y recrear, y a los que prefiero no circunscribir en un discurso ideológico. (¿Cómo promocionar lo sagrado? ¿Acaso existe?) En mi caso son inexplicables porque remiten a símbolos difusos. Es como elevar una plegaria que se reza sola en un idioma desconocido y que nadie me ha enseñado.
Lo sagrado puede ser el lugar más hospitalario para los hambrientos de Cielo, como yo, que no tienen templo donde resguardarse; una cuna para arrullar el delirio de eternidad, lejos del dogma, su payaso solemne.
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