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Cervantes 2018

Al final, la certeza de haber estado en presencia del genio en todo su esplendor y astucia.

Leí el 'Quijote' hace un par de años. Me le medí sin anestesia a esta obra que para mí era (y sigue siendo) un mito absoluto y también una deuda en mi lista de clásicos. Quería escalar aquella montaña, aunque fuera para ufanarme de que había sido capaz de alcanzar la cima y poder formar parte de esa legión de entendidos que lo citan con una familiaridad envidiable. Esto último no ha resultado precisamente así, pues mis muchos y grandes complejos como lectora solo me dejan llegar hasta el asombro.
Cuando tuve el libro en mis manos sentí un pudor raro, como si fuera un atrevimiento de mi parte entrarle a este portento de la literatura universal sin ninguna preparación. Pero, como nadie me estaba viendo, así lo hice. Durante mi lectura desvergonzada y primeriza tuve experiencias diversas e inesperadas. Al principio, alguna incomodidad con el español de la época, pero no por eso menos disfrutable, porque me llegó a encantar tropezarme con giros y palabras que iba coleccionando como piedras curiosas del camino, hoy reliquias mudas de nuestro idioma. Pero la mayor satisfacción que me dio esa primera experiencia fue la de hacerme reír. Esto fue una revelación.

Muchas veces tuve que cerrar el libro un rato para carcajearme a mis anchas. Pero creo que aún más encantador fue percibir al mismo tiempo todos los grados de lo entrañable.

Muchas veces tuve que cerrar el libro un rato para carcajearme a mis anchas. Pero creo que aún más encantador fue percibir al mismo tiempo todos los grados de lo entrañable, de lo patético y de otros tantos antagónicos armonizados en una sinfonía perfecta a través de la aparente locura de sus dos personajes principales; también, el encuentro con un monumental discurso ultrafeminista como el de la pastora Marcela en el capítulo 14 y al final, la certeza de haber estado en presencia del genio en todo su esplendor y astucia, y de haber accedido a una obra infinita profundamente crítica de la condición humana, imposible de abarcar en una y en miles de lecturas.
Por eso me uní a la cruzada #Cervantes2018, que propuso en Twitter Pablo Maurette (@maurette79), escritor argentino y profesor de literatura en el North Central College de Chicago. De la mano suya y de otros académicos expertos en el Quijote, y acompañada por miles de lectores que se han alegrado tanto como yo de que esta red social también sirva para aprender y compartir placeres como este, emprendí el segundo viaje a la grupa de Rocinante, sin azotes ni palafrenes, sin escote y al estricote, y sin “la virginidad a cuestas”.
MARGARITA ROSA DE FRANCISCO
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