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Una cumbre, una marcha

El ambientalismo colombiano constituye un aporte para la comprensión del momento que hoy vivimos.

Dos veces se manifestó la ciudadanía la semana pasada. En la Cumbre Ambiental colombiana, que congregó a casi mil personas, y en la marcha convocada por Defendamos la Paz, que concitó la voluntad de miles en muchas ciudades del mundo. Dos gritos en defensa de la vida. A la primera se refirieron con amplitud, en recientes columnas, Manuel Rodríguez y Juan Alfredo Pinto, quien, con renovados bríos, ha vuelto a la palestra de las ideas.
Solo agregaré que tuve el honor de compartir panel, entre otros, con José Fernando Isaza, y esto dijo refiriéndose a la crisis climática: Es la primera vez que constatamos que la continuidad de la vida está seriamente amenazada. Cuando el ambientalismo de hoy invoca que hay que hacer la paz con la naturaleza, reconoce que hay un estadio anterior: el de una sociedad educada y en democracia. Cuando los ciudadanos defienden la vida y exigen que pare la muerte de líderes sociales y ambientales, reconocen que la defensa de la vida implica, entre nosotros, el cumplimiento de los acuerdos de paz. Quienes aprietan los gatillos suelen copiar la línea de los que estigmatizan desde sus cómodas posiciones de liderazgo. Sucede en todo el mundo, pero Colombia es el segundo país con mayor número de asesinatos de líderes ambientales, según Global Witness. El peligroso método de estigmatizar a los ambientalistas como terroristas, criminales o delincuentes fue denunciado por la relatora especial de las Naciones Unidas, Vicky Tauli-Corpuz.
Ojalá tome nota de ello el alcalde de Cali, para que piense mejor antes de dar declaraciones. En la cumbre se notó que el ambientalismo colombiano constituye un aporte para la comprensión del momento que hoy vivimos, bien definido por Alejandro Gaviria como “las insalvables tensiones entre progreso material y sostenibilidad”. El camino para ello ya lo había señalado Ernesto Sábato: “Recuperar lo que de humanos hemos perdido”. Por eso me pareció un acierto que Carlos Fonseca, a quien debemos la Cumbre Ambiental, haya propiciado que Julio Carrizosa y Guillermo Páramo nos hayan aproximado a esa especie de humanismo geocéntrico que necesitamos construir entre todos. Y, sí, la cumbre (y la marcha) puso de presente el invaluable aporte de las mujeres en la defensa de la vida. No alcanza esta columna para nombrarlas a todas. Gracias.
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