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Ya no está mamá

Cómo estaremos de mal que hemos llegado a que el día de la madre sea el más violento del año.

Mañana es el Día de la Madre. Tal vez el más importante y de mayor significado de los asignados para enaltecer a alguien. Aunque no me gusta el yo yo, es decir, hablar en primera persona, hoy, queridos lectores, estoy ante un día distinto. Y sé que interpreto a millares más. Un día lleno de sentimientos y recuerdos. Desde nuestros primeros pasos y nuestros primeros abrazos de mamá hasta el último instante, cuando ella nos soltó la mano porque con la otra tenía la de Dios, que vino a llevársela hace un año a los jardines de la eternidad. Para ella, mayo fue un mes muy especial. Era el mes de su Virgen María, quien le protegió a sus hijos y a la que se los dejó encomendados para siempre. Mayo era su mes.
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Yo no sabía lo que es el día de las madres sin mi Carmen Rosa físicamente. Viene a la mente el recuerdo de una casa campesina en olor a café recién molido, un regalo de niño a su heroína: unas flores silvestres frescas, amarradas con una cabuya, que en realidad significaba un lazo para toda la vida, y un abrazo de los suyos en los que uno ponía el oído en su corazón a mil.
Y viene a la mente toda nuestra vida, todos los días de madre, con aquellas tarjetas hechas a mano de sus chinitos, en las que nos volvíamos poetas y pintores de rosas en alto relieve. Eran regalos sencillos, pero que para ella eran oro puro que guardó en un baúl hecho por mi viejo carpintero, pero sobre todo aguardó en su corazón.
Y, ya después, evocamos esas correrías por media ciudad en la búsqueda de su ruana de lana, de las pantuflas que fueran “un guante”, de la pinta que ella solía desfilarnos con la misma alegría que lo hacíamos cuando ellos nos ponían a estrenar, o un celular y con curso intensivo de manejo: “con el verde contesta y con el rojo cuelga, mamá. Aquí, el altavoz”. Y con llamadas de prueba de cuarto a cuarto o de alguien querido en otra ciudad.
Ya no está mamá. Ya no podemos ir a ofrecerle esas cucharadas que nos dio de niño, esta vez ella una niña de más de 80 años, en una lucha tenaz por no permitir que el cruel alzhéimer le impidiera reconocer a cada uno de sus hijos. Yo creo que le ganó al mal, porque sus besos nunca cambiaron.

Ya no está mamá, pero están sus enseñanzas, su coraje, su rectitud, sus ejemplos, su bondad, su presencia

Ya no está mamá, pero están sus enseñanzas, su coraje, su rectitud, sus ejemplos, su bondad, su presencia. Y por eso, aparte de contar esta nostalgia que agobia, pretendo no solo enaltecerlas hoy a todas, sin importar la condición social, sino clamar para que este sea un día de reflexión sobre este momento que vivimos, en el que la violencia, el irrespeto, el atropello de todo lado rodean a la mujer, madre o menor de edad.
Vivimos tristes días, en los que hay madres, como las de Soacha, que aún reclaman, junto a otras 6.000, a sus hijos víctimas de los ‘falsos positivos’, que les digan, por amor de Dios, dónde están. Porque una madre quiere al menos poderlo visitar los domingos y llevarle las flores que él no puede entregarle hoy. Cómo estaremos de mal que el sitio de una tumba podría ser un gran regalo para muchas madres. Y que tenga el moño de la justicia.
Las madres han luchado contra la violencia, contra la indiferencia, contra el odio de los hijos de esta patria, donde muchos factores han llevado, inclusive, a que el día de la madre sea el más violento del año. Una cifra dice que en 2021 este día les regalamos 5.023 riñas y 529 lesionados. No quiero hablar de muertos.
Estamos mal, pero tal vez la salida sea hacernos el propósito de ser buenos hijos, que por ese camino seremos buenos ciudadanos y a lo mejor logremos un mejor país. Los que están en malos pasos, en armas, podrían pensar qué consejos les daría su vieja sobre qué vida conviene. Ese ser que piensa que el buen hijo vuelve a casa espera cada día un golpecito en la puerta, antes que un latigazo en el alma. Démosles de verdad un feliz día a todas las madres.
LUIS NOÉ OCHOA
luioch@eltiempo.com
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