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Pueblo contra pueblo

Duque ya tiene las carticas al Niño Dios de este país sobre la mesa. Se necesita que las sepa leer.

Luis Noé Ochoa
Bogotá y el país han sido distintos esta semana debido a las marchas nacionales sin precedentes, con redobles de cacerola. El pueblo pidió educación, empleo, justicia; marchó contra la corrupción, los asesinatos de líderes sociales e indígenas, para que se acelere el cumplimiento de los acuerdos de paz, por la paz, etc. En fin, por una Polombia con P mayúscula de país con justicia social...
Este paro, siguiendo una ola mundial, debe ser analizado por sociólogos, historiadores, filósofos, científicos, politólogos... Pienso en lo que dijo un hombre de la calle cuando una periodista le preguntó qué opinaba sobre un paro. Dijo, palabras más, palabras menos: esas son marchas de pobres contra pobres. O del pueblo contra el pueblo, digo yo. En todo caso me dejó cavilando, como dijo El Pensador, de Rodin.
El mundo ha cambiado, ya no es el de los muchachos de antes, que usaban gomina, sino de jóvenes despeinados, enterados, ilusionados, que caminan.

El pueblo pidió educación, empleo, justicia; marchó contra la corrupción, los asesinatos de líderes sociales e indígenas, para que se acelere el cumplimiento de los acuerdos de paz, por la paz, etc.

Esta semana ha habido muertos, heridos y miedo. Como la noche del toque de queda, en que miles se sintieron Rambos, con los palos de escobas y traperos como si fuesen AK-47 o M-60 para repeler una invasión de vándalos. Nos fuimos de Rambo cuando se descubrió que era una sospechosa estrategia a través de las redes para crear pánico. Al menos se supo quiénes estaban mal de piyama.
Pero en medio de marchas, pacíficas y lúdicas muchas, que son un derecho, el pueblo ha sufrido y ha pagado con sangre, sudor y lágrimas las peticiones. Parodiando a Cervantes, en un lugar de la marcha, de cuyo nombre no quiero acordarme, cayó herido de muerte, producto de un disparo de un miembro del Esmad, Dilan Cruz, de 18 años. Qué curiosidad de la vida: lo atendió inicialmente un enfermero de nombre Dilan, Dilan Gutiérrez.
En otro lugar de la marcha, una piedra impactó en el rostro del patrullero de la Policía Walfran Enrique Narváez, de 27 años, quien perdió un ojo. “Yo solo le preguntaría: ¿por qué me atacó? Si tanto él como yo tenemos una familia. Si somos seres humanos que sentimos y que queremos”, le dijo el uniformado a ese hijo del pueblo, que lo hirió. Pueblo contra pueblo.
En Cali, Duván Villegas, también de 27 años, padre de dos hijos pequeños, durante esos disturbios tan turbios, fue alcanzado por una bala que le dañó la médula espinal, y parece que no volverá a caminar. Hay destrozos, civiles lesionados y repudiable vandalismo. Del otro lado, según el Ministerio del Interior, van más de 340 policías heridos. Pueblo contra pueblo.
Y hay grandes pérdidas. Vi llorar a una querida amiga porque atacaron la estación de TransMilenio que ella utiliza cada mañana, que “es de nosotros, los más necesitados. Tan bonita que estaba mi estación, la acabaron”, dijo. Según este diario, basado en reportes de los gremios, van 1,2 billones de pérdidas en estos ocho días.
Ya mañana llega diciembre con su carestía. La prudencia hace verdaderos sabios. Creo que es hora de hacer un alto, no sea que lleguemos a las novenas con el burrito sabanero en la calle, y con la oveja bizca, el cordero manco y los pastores heridos. O con los Papás Noel jo, jo, jodidos, sin poder repartir los regalos. O encapuchados.
La gente ha sufrido los rigores de una u otra manera. Estos sacrificios no pueden ser en vano. El presidente Duque ya tiene las carticas al Niño Dios de este país sobre la mesa. Se necesita que las sepa leer y entender, y se siente con todos los sectores. No es que se haga a un lado, pero sí que actúe como líder, pues esto es campana sobre campana, que si no se atienden hoy, vuelven a sonar mañana.
El camino es culebrero, dijo Melchor. Se requiere también realismo y grandeza de todos. Y, epa, Colombia, que podamos disfrutar este espíritu navideño.
luioch@eltiempo.com.co
Luis Noé Ochoa
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