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Presos de la corrupción

No sorprende. La corrupción en las cárceles es tan vieja como el delito.

Luis Noé Ochoa
Oso peludo el envío por Minjusticia de la carta a Estados Unidos en que se pedían las pruebas que sustentaran la solicitud de extradición de Jesús Santrich, que partió el 10 de diciembre por 4-72 y, el jueves, descubrieron que se había quedado bailando la murga de Panamá. ¿Qué tal que no hubiera sido algo urgente? ¿Y las vías diplomáticas? ¿Y la embajada aquí? ¿Y nadie la volvió a preguntar por el envío? ‘Ridi’, dicen los muchachos.
Pero hoy, el tema es otro que produce rabia e impotencia. O ‘emputencia’, como decía un campesino: la corrupción sigue viva y comiendo. Y no solo estamos inundados de ratas, sino que se corrompieron los gatos. Aquí ya vimos que el exfiscal anticorrupción era corrupto, que hay carteles de la contratación, de las loncheras, de las pensiones; de la Dian, de la toga, que eran magistrados que confundían birrete con billete, como dije un día.
Esta semana fue detenido el director de la cárcel Modelo de Bogotá, coronel César Augusto Ceballos. Uno es inocente hasta que se le pruebe lo contrario, pero la Fiscalía afirma que lo tiene agarrado de las pruebas.

Votamos 11,5 millones contra la corrupción, pero en el Congreso no pasó casi nada. El estatuto anticorrupción y la reforma de la justicia quedaron presos, en el patio del olvido.

Según el ente acusador, el coronel les amenizaba la estadía a los reclusos, pues era la voz principal de un concierto para delinquir. “La cuestión es con dinero”, les cantaba. Y les cobraba millones para ubicarlos en patio especial. Les cobraba por las citas médicas, y creo que por citas de las casas de citas; por entrada de droga, de trago y demás antojos.
No sorprende. La corrupción en las cárceles es tan vieja como el delito. Pero, como estamos aquí, se puede dar el descaro de que a una cárcel entre un mariachi tocando para celebrar una fuga, y nadie se dé cuenta. “Entonces yo daré la media vuelta / y me iré con el sol / cuando muera la tarde”, cantarán los que se vuelan. Y los que salgan de permiso.
En La Picota han hecho fiestas. El año pasado, un director, de cuyo nombre no quiero acordarme, fue pillado con las manos en el mazo: 20 millones, que le entregaba el hijo de un extraditable preso allí.
Y, antes, por allá en 2010, el exsenador Martínez, condenado por ‘parapolítica’, dicen que con otros peligrosos internos, ‘Palustre’ y ‘Cemento’, tumbó un muro y amplió la celda sin cuota inicial de 12 a 30 m².
Y, en 2015, los presos del pabellón de lujo –porque aquí las prisiones son por estrato, y se compra el trato, que se lo paga la rata al gato– armaron un asado con ternura a la llanura, chanchullo, ‘guandocamole’ y ‘refaja’ de penas. Y en la dirección, y el Inpec, fresco como una lechuga.
Lo grave es que el escándalo es de un día. Después seguirá la fiesta. Sodoma y ‘gonorra’, como decían en el ‘Bronx’. Se sabe que a ciertos guardias del Inpec y a directores inciertos les gustan Truco y sus Pesos. Y a los legisladores, Los Nada que Ver.
Qué tristeza. Se burlan de la gente. Votamos 11,5 millones contra la corrupción, pero en el Congreso no pasó casi nada. El estatuto anticorrupción y la reforma de la justicia quedaron presos, en el patio del olvido.
Dice el fiscal Néstor Humberto Martínez que este “es el fracaso de la política criminal”. Creo que sí, pero también es el fracaso de la moral, de la formación en valores. Y es culpa de la congestión judicial, de una justicia laxa, negociable, que se la bailan los pícaros, que saben cómo evadirla. Y del hacinamiento carcelario. Y de la falta de voluntad política de los legisladores, que, por ejemplo, pasaron una reforma política pero sin la lista cerrada, que es puerta abierta a la corrupción por aquello de las campañas millonarias. ¿Quién escoge los directores de prisiones?
La sal se corrompió. Pilas, legisladores y Gobierno, porque estamos presos de la corrupción.
luioch@eltiempo.com
Luis Noé Ochoa
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