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El tema no es la chaqueta

No se pueden reducir el viaje y el buen papel de la primera dama a la chaqueta menta.

Luis Noé Ochoa
¿Será que somos divertidos, mamadores de gallo, alegres o simplemente superficiales? El presidente Iván Duque y su esposa, María Juliana Ruiz, tuvieron el miércoles un encuentro en la Casa Blanca con Donald Trump y la bella Melania Trump. Seguramente, el presidente del mechón Alf recibió saludes de Uribe y un “lo espero en el Ubérrimo y lo invito a frisolitos con chicharrón”.
Estos encuentros, sean Obama-Santos o Trump-Duque, son importantes para el país, pero los resultados se conocen a largo plazo, sin olvidar que los presidentes de EE. UU. suelen prometer más que novio al borde de la cama. Y exigen hacer la plana. Pero, como aquí no se respeta pinta, el tema ha sido la chaqueta de doña María Juliana, de la que se dijo: “La primera dama se vistió de cartulina”.
Tampoco. Es verdad que la chaqueta tal vez no se vaya a imponer en las grandes pasarelas, pero, si querían interpretar a Colombia, queda la sensación de que faltó tu tela –aquí todo es con tutela–, pues se quedaron cortos de mangas. ¿O es porque aquí hay mucha cosa manga por hombro? Y pudo mostrar la situación política del Centro Democrático y su jefe, ya que, al parecer, la chaqueta riñe con el resto.
Dijeron los diseñadores que “se rompió con los paradigmas”. Mucho. Que querían comodidad, y que se entendiera que “Colombia es un país fresco con nuevas ideas”. Respetable. Imagina uno que por eso, el color menta con puntadas de anís.
Pero si la primera dama se sintió bien, ok, no iba a un desfile de modas. Y, chistes aparte, aunque voté por De la Calle, es decir, vestidos estrato tres sin subsidios, como se viene ahora, defiendo a doña María Juliana. Primero, personalidad. Y no se pueden reducir el viaje y su buen papel a la chaqueta menta.
Ella hizo buenas migas con doña Melania, y eso es importante y estratégico puesto que ella es quien le maneja el mechón a Trump. Y mientras él y Mr. Duque almorzaban en el Ala Oeste de la Casa Blanca, ellas lo hacían en el salón rojo. Debió de ser una charla interesante, porque la colombiana es una mujer preparada y culta.
Según me contaron mis fuentes de pie de mesa –como decían aquí cuando chuzaban a los magistrados–, Melania quedó encantada e impresionada. “Muchas gracias a la primera dama de Colombia por una visita muy productiva hoy en la Casa Blanca”, publicó. Y hablaron de una cuestión crucial: “La crisis de los opiáceos en Estados Unidos y el impacto devastador que tienen a escala global, especialmente en los niños y las mujeres jóvenes”. Doña Melania agregó que la conversación “alentó aún más una misión global para combatir la crisis de la adicción y los problemas que tienen los niños a nivel nacional y en todo el mundo”.
Yes. Combatir la adicción en los niños y jóvenes es asunto crucial, vital, pues ahí está el fondo de problema. Si no hay consumo, no hay venta. Y hablaron de Colombia positiva, de lo social y, ‘seguramenta’, de moda.
Mientras tanto, Trump y Duque degustaron chicken con Maduro y hablaron de comercio bilateral, de energías renovables, de lucha contra las drogas, en la que Estados Unidos aspira a que erradiquemos más. Ellos siempre aspiran. De postre, echó el vainazo de que vamos colgados de la brocha. Pero la cuestión es con dinero, porque es tan culpable el que peca por la venta que el que paga por fumar. Y hablaron largo de Venezuela. Ojalá EE. UU. aumente recursos para la migración a nuestro país. Y que Duque haya expuesto las 5.000 razones contra la intervención militar. Eso es muertes, atropellos, abusos, desgracias. Maduro debe caer, pero por las vías diplomáticas.
Y pensar que todo puede estar en la mano firme y el corazón grande de doña Melania, nueva mejor amiga de nuestra primera dama. Ya me gusta la chaqueta.
luioch@eltiempo.com
Luis Noé Ochoa
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