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El problema es de hambre

Este tema debe ser un plato fuerte en la campaña, pero con una receta de equidad seria.

Luis Noé Ochoa
No, no escribo hoy sobre que el expresidente Álvaro Uribe sigue imputado. Él es así de bravo, dijo alguien, poniéndole algo de humor al asunto. La decisión de la Corte Constitucional sobre el juicio a Uribe marca un camino libre de "jugaditas". El derecho es acatar los cauces de la justicia. Porque un país que desconoce la justicia va rumbo a la tiranía, o al despotismo, que es lo mismo.
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No. Hoy, antes del desayuno, escribo sobre el hambre. Recuerdo una vez que, en elecciones, unos campesinos discutían sobre política y uno de ellos, a lo mejor de centro, sentenció: "No hablemos de liberales ni godos, porque el hambre nos da a todos". Lo que pasa es que unos la sufren más, mejor dicho, la padecen.
Según la FAO, 690 millones de personas sufren de hambre en el mundo. Y casi es paisaje. Cómo será que en las clases de inglés, una de las frases más usadas es I’m hungry. Yo también, respondía en español otro estudiante, pues el hambre es universal y da en todos los idiomas.
A muchos nunca se nos olvida esa estremecedora imagen, captada por el fotógrafo Kevin Carter, premio Pulitzer, que en Sudán retrató a un niño en el piso, vencido por el hambre, mientras un buitre velaba detrás. Fue en 1993, pero la tragedia, que ha sido siempre, no se detiene.
La vemos todos los días. El jueves pasado, en este diario, el veterano periodista y gran cronista Juan Gossain hizo un retrato hablado de la situación de Cartagena. Una conmovedora historia que pinta la brecha social del país, en un ambiente de boato en el que los ricos lo pasan rico, muy cerca de los pobres pobres. Es el mundo de hoy. Unos se pueden dar con holgura los tres golpes, pero otros, en la miseria, apenas de golpe. Esto, en esa ciudad donde muchas veces el hambre empuja a las niñas al trabajo sexual, pues allá para eso va mucho buitre.

Es increíble que mucha gente se acueste sin comer en un país lleno de tierras fértiles, que produce. Pero es que aquí los corruptos se acuestan llenos y tranquilos.

Los datos de la crónica de Juan Gossain son impresionantes. En Cartagena, el 70 por ciento de la población (860.000 personas) no come tres veces al día. Y es que para muchos, sus ingresos son apenas de unos 8.000 pesos diarios; 650.000 personas solo comen una vez al día o, a veces, nada.
Claro, no se trata de dañarles el asado en el puente, o de decirles que es pecado tener con qué comer y darse un lujito. A quienes Dios les dio, muchos con gran esfuerzo, Dios se lo bendiga. Pero la bondad debe figurar en la canasta familiar.
Hay esperanzas. Hay gente sensible y buena. Pienso, por ejemplo, en Salvo Basile, creador y presidente de la Fundación Corazón Contento, en la Heroica, que atiende a niños y jóvenes de barrios pobres, donde, con ayuda de corazones generosos –y contentos, claro–, ofrecen 9.000 almuerzos mensuales. Y les alimentan el alma con clases, arte y danzas. Bravo. Y gracias. La propia crónica de Gossain comenta sobre la labor del Banco de Alimentos de la Arquidiócesis, que hace una bella obra. El año pasado entregó 120.000 mercados. Bravo. Y Gracias.
Llegan las campañas políticas, donde hay como 60 candidatos con hambre de poder. Este tema debe ser un plato fuerte en la campaña, pero con una receta de equidad seria. Es increíble que mucha gente se acueste sin comer en un país lleno de tierras fértiles, que produce. Pero es que aquí los corruptos se acuestan llenos y tranquilos. Es ahí donde hay que actuar.
Es urgente porque el hambre, que es en todo el país, es cruel, mata, produce dolor, tristeza, enfermedades, violencia, desarraigo. A los niños les afecta el cerebro. Y a los adultos les produce pérdida de memoria, pues hay a quienes ya se les olvida votar. Qué responsabilidad tienen, señores candidatos. Este país está mal, hay pobreza, violencia, desempleo, desnutrición infantil. Como se dice por ahí: ‘El problema es de hambre’. Es de conciencia de todos.
LUIS NOÉ OCHOA
luioch@eltiempo.com
Luis Noé Ochoa
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