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¿Qué les pasa a los machos?

Tantas agresiones y violaciones de mujeres y niños tienen alarmada a la ciudadanía.

En Colombia, los feminicidios y los infanticidios no dan tregua. Según estadísticas, durante 2017 fueron asesinadas 200 mujeres por su esposo, por su pareja sentimental o por sus exparejas. Y quienes no lograron asesinarlas las rociaron con ácidos para deformarlas.
Caso inolvidable es el de Natalia Ponce de León, una valiente joven atacada con ácido por Jonathan Vega. Con la cara destrozada, Natalia fue recibida de urgencia en el hospital Simón Bolívar, en donde el médico cirujano Jorge Luis Gaviria se ocupó de su caso. Y, luego de practicarle complicadas operaciones, le reconstruyó la cara.
Recuperada después de terrible sufrimiento, Natalia creó una fundación para atender a víctimas como ella. Porque machos cobardes siguen utilizando ácidos para vengarse de las mujeres.
Contra mujeres y niños se comete otra infamia: la violación sexual. En 2017 denunciaron 7.227 violaciones, con un incremento del 8,9 por ciento. A la hora de hacer cuentas hay que anotar que las mujeres, en el 78 por ciento de los casos, no denunciaron al violador. Otro dato alarmante: 87 por ciento de las violaciones fueron cometidas contra menores de edad por hombres que pertenecen a distintos estratos de la pirámide social.
Porque hay violadores de cuello blanco, de blue jeans, de pantalón de trabajo. Y pueden ser civiles, militares, policías y hasta sacerdotes. Es bueno recordar que el papa Francisco se vio obligado a pedir perdón por abusos sexuales cometidos por cardenales, obispos, párrocos y curas de pueblo.

Hay violadores de cuello blanco, de blue jeans, de pantalón de trabajo. Y pueden ser civiles, militares, policías y hasta sacerdotes.

Hay violaciones de menores realmente monstruosas, que han conmovido y escandalizado a la sociedad. Una fue el caso de Yuliana Samboní, la niña de 7 años, habitante de un barrio de invasión, que fue violada y asesinada por Rafael Uribe, un arquitecto de la alta sociedad.
Otro caso aterrador fue el de María José, una bebé de 4 meses, asesinada por su padrastro, un tipo llamado Alexánder Ospina, quien luego subió monte arriba para echar su cuerpecito entre un hoyo. Parece que el tipo mató a la bebé para vengarse de su mujer.
Para ayudar a mujeres que han sido violadas, existen importantes organizaciones. Con el tiempo, y aunque subsisten el miedo y el pudor, las mujeres han comenzado a denunciar a sus violadores. En cuanto a los menores de edad abusados, sus casos son más complicados. Porque muchas veces los violadores son sus propios papás, sus padrastros o alguno de sus parientes; y porque los niños no pueden defenderse. Tan desprotegidos están que hace poco se supo que hasta en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, entidad creada para proteger a los niños y a sus familias, violaron a un niño asilado en ese instituto.
Contra los niños también conspiran muchos de los contratistas que suministran los alimentos en escuelas públicas del país. La forma utilizada por esos pillos para aumentar sus ingresos es disminuir y desmejorar las raciones, al desayuno y al almuerzo, de los niños más pobres. Y esa clase de trampas las practican los contratistas en muchos departamentos, incluso en regiones tan pobres como La Guajira, en donde los niños mueren a diario por desnutrición.
Tantas agresiones y violaciones de mujeres y niños tienen alarmada a la ciudadanía. Es clara demostración de que parte de la sociedad está enferma. Ante tan grave realidad, no se puede permanecer cruzados de brazos. En las campañas políticas que se adelantan, poca atención les han puesto a estos problemas. Pero el nuevo Congreso y el nuevo presidente de República tendrán que ocuparse en serio de la grave situación de los niños y las mujeres. Esta es una primera prioridad en cualquier país civilizado.
LUCY NIETO DE SAMPER
lucynietods@gmail.com
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