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Colombia tendrá que escoger entre el populismo de izquierda de Petro y el de derecha de Hernández.

Colombia va de mal en peor. Cuesta abajo en la rodada, como dice el tango. El resultado de la primera vuelta dejó a millones de ciudadanos con la boca abierta y los ojos en blanco. Porque el porvenir del país se ve negro, ya sea en manos de Gustavo Petro, el poderoso líder de izquierda, o en manos de Rodolfo Hernández, el polémico exalcalde de Bucaramanga, quien, además de multimillonario, es de extrema derecha y fue capaz de hablar bien de Hitler. Además, siendo alcalde osó golpear a un concejal, reprochable actuación que se vio por televisión.
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Por cuenta de quienes dirigen este desbaratado país y de los resultados del 29 de mayo, el porvenir se ve cada vez más complicado, más negro. Los resultados de las últimas encuestas muestran que a Petro le salió un verdadero gallo tapado. Nadie menos que un hombre dominante e impertinente que, de la noche a la mañana y por su desabrochada manera de hablar, saltó al primer plano. Desbarrando contra los políticos tradicionales, ganó puntos y se convirtió en el plato fuerte de muchas reuniones y de todos los comentaristas.
Como tantos aplauden su manera de hablar y el palo que da a diestra y siniestra contra gobernantes y congresistas, Hernández se convirtió en el candidato más popular. Muchos se fascinan con sus rabiosas críticas a funcionarios y políticos y su oferta de acabar con la robadera y las malas costumbres que campean en este golpeado país. Hernández promete gobernar con austeridad y, como es millonario, dice que donará su sueldo. Y ofrece trasformar la Casa de Nariño en un museo, porque despacharía desde su moderno apartamento en un exclusivo edificio en el norte de Bogotá.

De Petro, el país conoce su desempeño político y sus controvertidas, demagógicas e ilusas propuestas. De Hernández, quien también mucho habla y ofrece, casi todo está por verse.

Colombia quedará, entonces, al mando de Gustavo Petro, político controvertido con larga trayectoria y experiencia, o al cantar de Rodolfo Hernández, empresario-político que saltó al primer plano por sus propuestas simplistas y su chabacana manera de hablar y de proceder. De Petro, el país conoce su desempeño político y sus controvertidas, demagógicas e ilusas propuestas. De Hernández, quien también mucho habla y ofrece, casi todo está por verse.
En síntesis, el 19 de junio Colombia tendrá que escoger entre el populismo de izquierda de Petro y el de derecha de Hernández. Sin comulgar con ninguna de estas dos alternativas, me inclinaría a votar por Petro, pues en su séquito hay alguna gente valiosa, y se dice que unos partidarios de Fajardo llegarán a sus toldas. Con esas adhesiones se podría esperar algo de liberalización de este candidato, ojalá hacia una izquierda realmente democrática. La preocupación latente es que los dos candidatos son claramente ególatras. Ojalá prevalezca quien mejor se rodee y esté dispuesto a dejarse aconsejar de los que sí saben.
Aunque no comulgo con las propuestas de Petro, en estas circunstancias preferiría apoyarlo a él. Hernández, el popular y dicharachero exalcalde, peló el cobre. Le ha hablado al país desde la cocina de su casa y se muestra en fotos en pantaloneta de baño. Tanta sencillez de quien aspira a ocupar el solio de Bolívar puede ser útil y atractiva en esta campaña light de promesas insulsas, pero preocupa si anticipa su eventual comportamiento, poco apropiado para un primer mandatario. Para ser presidente no basta ser un millonario y exitoso empresario, y a un aspirante a dirigir los destinos del país no le queda bien ser tan desabrochado.
Comparando la trayectoria de Petro con la de Hernández, Petro tiene más fondo, preparación y sustancia. Pero en ejecución, Hernández mostró resultados en Bucaramanga, mientras Petro fue un desastre en Bogotá.
En un hipotético caso, y a pesar de que no me inspira la más mínima confianza y me aterra su impacto en la economía y que quiera atornillarse al poder, quizás me vería obligada a votar por Petro. Infortunadamente, el domingo pasado se me perdió la cédula, y el 19 de junio no podré salir a votar. Me quedaré rezando para que, gane quien gane, Colombia no termine de desbaratarse en los próximos cuatro años.
LUCY NIETO DE SAMPER
lucynietods@gmail.com
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