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El fuego no es juego

Por más cuidado que se tenga al usar pólvora, siempre hay riesgo, y es un riesgo alto.

Juliana Pungiluppi
Me crie con globos, volcanes, velas de Bengala, chispitas Mariposa y todo tipo de pólvora. Una ironía, porque en medio de las festividades, mis tíos todavía hablaban con nostalgia de su hermana Patricia, a quien algunos de ellos ni siquiera conocieron, pues murió a los 4 años por haber ingerido un tote. Recuerdo llevar al mejor amigo de mi hermano a la clínica porque también se quemó con un tote. Una de las directoras técnicas de la sede nacional del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) tuvo una quemadura de alto grado en la cabeza, y me dice que lo recuerda todos los días cuando se peina.
Hoy, cuando estoy dirigiendo la entidad que debe velar por los derechos de los niños, he tenido que analizar el tema de la pólvora y he llegado a una dura conclusión: su manipulación requiere un cuidado que es subestimado por los padres de familia y cuidadores, mucho más cuando están bajo los efectos del alcohol. Los costos de la sensibilización y la transformación cultural son demasiado altos, por el arraigo de las tradiciones y los patrones de consumo de la sociedad. No nos digamos mentiras: son pocos los padres y cuidadores que utilizan los equipos de protección individual sugeridos para manipular la pólvora. Y, por más cuidado que tengamos, siempre hay riesgo, y es un riesgo alto. La mezcla de alcohol y pólvora es letal.
La mayoría de los países desarrollados restringen la venta de pólvora a días especiales: en Nueva Zelanda solo se vende tres días antes del día de Guido Fawkes (5 de noviembre); en Islandia, solo la venden del 28 al 31 de diciembre y el 6 de enero, y Finlandia solo permite que se utilice desde las 6 de la tarde hasta las 2 de la mañana de la noche de fin de año. Otros países como Inglaterra la venden durante todo el año, pero clasifican los artículos pirotécnicos por nivel de peligro/riesgo explosivo, y restringen su uso y venta según este riesgo: los de categoría 4 requieren permiso especial para su manipulación. Países en desarrollo como Chile prohibieron que los ciudadanos compraran y manipularan pólvora. Solo está permitida para espectáculos masivos y a cargo de empresas registradas. Las cifras hablan por sí solas: al 24 de diciembre de 2018, solo se habían presentado dos casos de menores de edad lesionados.
En Colombia no tenemos ninguna de estas restricciones. La vendemos durante todo el año, y sin límites de horario. De hecho, son los alcaldes los que tienen la potestad de establecer restricciones de tiempo/horario. La capacidad de los municipios de ejercer control sobre los lugares de expendio para que no les vendan pólvora a menores de edad es heterogénea a lo largo del país; no se tiene certeza de cuántos les exigen la cédula. El proceso de expedición de licencias a los profesionales que trabajan en los lugares de producción de artículos pirotécnicos tampoco es claro. De los 25.000 empleos que la industria genera, 21.000 son informales, de tipo artesanal, según Fenalpi. El proceso de licencias de quienes manipulan los juegos pirotécnicos de eventos masivos podría revisarse. El caso de Manatí, en el que 18 personas resultaron heridas, nos dio una alerta al respecto.
En promedio, el Instituto Nacional de Salud ha reportado 700 quemados por pólvora entre el 2016 y el 2018, una cuarta parte de ellos menores de edad, solo en el periodo navideño. Es claro que es necesario abrir la discusión en función de nuestras tradiciones culturales, estadísticas, realidad institucional y, sobre todo, con fundamento en el artículo 44 de la Constitución, el cual establece que prevalecen los derechos de los niños, niñas y adolescentes.
Actualmente, el ICBF asigna un defensor de familia a cada menor de edad atendido por quemadura con pólvora en un centro de salud reportado en Sivigila. Analiza cada caso, y si la causa de la lesión fue negligencia, omisión o inobservancia, puede amonestar a los padres de familia y obligarlos a tomar talleres de pautas de crianza. Si se comprueba que los padres, además, indujeron al menor de edad a comprar la pólvora, el defensor puede solicitar a la autoridad administrativa aplicar la sanción correspondiente (trabajo comunitario o multa). Las sanciones no trascienden el ámbito civil o lo pecuniario.
El ICBF cumple con su mandato de abrir la discusión. En el ejercicio de debate se procurará encontrar un balance sano entre el derecho al trabajo y al entretenimiento, pero debe primar la prevalencia del interés superior de la niñez colombiana, que es nuestro presente y futuro, y verdadera luz.
JULIANA PUNGILUPPI
Juliana Pungiluppi
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