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Un sueño para Colombia

Si comprendemos el país que queremos, entendemos cuál es el sistema tributario que necesitamos.

Con un nuevo gobierno a bordo, convencido de cambiar las prácticas del pasado y con el camino despejado para pensar en el futuro, qué bueno sería que estuviéramos discutiendo sobre la visión del país que queremos y nos merecemos.
Desafortunadamente, en las discusiones del presupuesto y la ley de financiamiento hemos caído nuevamente en la necesidad de conseguir unos recursos a cualquier precio para pasar el año, sin pensar en el mañana.
Qué maravilloso sería que nuestros dirigentes nos convocaran a pensar en una Colombia mejor y la discusión fuera sobre qué tenemos que hacer para llegar a ella en 20, 30 o 50 años.
¿Qué queremos para Colombia y sus ciudadanos? ¿Cómo vamos a construir progreso y bienestar? ¿Qué queremos que la gente piense en el exterior cuando decimos que somos colombianos? ¿Cuál es la respuesta de Colombia ante los retos del siglo XXI? ¿Cómo evitamos quedar rezagados en la carrera por la información, el conocimiento y la inteligencia artificial?
Preguntarnos, por ejemplo, qué habría que hacer para aprovechar la incomparable belleza natural de nuestro país y desarrollar un sector turismo que traiga viajeros de todas partes del mundo a sus playas en dos océanos y a sus parques naturales; con una oferta hotelera de clase mundial compatible con la preservación del medioambiente, atendida por personal bilingüe, que les permita a miles contemplar las especies únicas de fauna y flora en reservas protegidas, orgullo de todos los colombianos, y con una cultura que respete y proteja al turista, fuente de ingreso y prosperidad.
Así mismo, pensar en diseñar un plan para convertir a Colombia en un centro de conocimiento en ingeniería y tecnología y nodo de las principales industrias globales del conocimiento. Ello requiere que nuestro sistema educativo se centre en las necesidades de los estudiantes y no únicamente en las de los maestros y administradores de planteles educativos. El país tiene todo el potencial de ser líder en estas industrias si logramos transformar nuestro sistema educativo pensando en la competitividad de nuestros profesionales y de las industrias que queremos desarrollar.
Reflexionar también sobre cómo convertir a Colombia en el exportador de energía eléctrica del continente, sacando provecho de su riqueza en energías renovables y liderando la interconexión de las redes desde México hasta Argentina, basada en intercambios comerciales a precios de mercado.
O resolver, de una vez por todas, la incertidumbre jurídica sobre la tenencia de la tierra para proyectos productivos agrícolas a gran escala con vocación exportadora. Replantear el rol del Estado para que, en vez de proveer subsidios a los dueños de la tierra, se convierta en aliado de los empresarios del campo mediante la provisión de bienes públicos como distritos de riego, centrales de acopio, redes interconectadas de transporte y logística, además de un sistema tributario razonable.
Estos son solo ejemplos del tipo de discusiones que nos hacen falta y ayudarían a darle orden al debate tributario y de gasto. También hace falta que le digamos a Colombia con transparencia y contundencia que la demanda de inversión y gasto público requiere recursos y es responsabilidad de todos los colombianos aportar, a través del pago de impuestos, para financiar los gastos del Estado.
Si logramos comprender el país que queremos, podremos también entender cuál es el sistema tributario que necesitamos. Y así poder soñar entonces con ser un país desarrollado en 30 o 50 años.
JUAN PABLO CÓRDOBA GARCÉS
Presidente de la Bolsa de Valores de Colombia
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