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La justicia es un tigre de papel

Y hasta el momento no veo ningún candidato dispuesto a ponerle colmillos de verdad a ese tigre.

En Colombia es difícil (por no decir imposible) confiar en los políticos. Hoy dicen una cosa. Mañana hacen otra. Dicen que van a cambiar la manera de hacer política, pero se rodean de los políticos de siempre. Dicen que representarán la seguridad, y se dispara la delincuencia. Dicen que lucharán contra la corrupción y hasta hacen pasar leyes que van en contravía de la Constitución Política.
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Ante un panorama de tal tipo, ¿qué nos queda? Confiar en la justicia. No en vano, muchos entuertos de este país –al menos los grandes entuertos y hasta los dilemas político-jurídicos– terminan siendo resueltos por la justicia. Ya sea en el caso de la reforma del Código Electoral, que tumbó la Corte Constitucional por vicios de trámite, o la despenalización del aborto, que es posible gracias a sendos fallos de la misma Corte, siempre son la justicia y sus representantes quienes tienen que poner la casa en orden, pues los políticos prefieren comportarse como unos niños mimados, caprichosos y malcriados para quienes las reglas del juego deben ajustarse a sus deseos y necesidades, y no al revés.
Sin embargo, largo camino hay de las decisiones de alto calibre que toman los magistrados de las altas cortes, en contraste con la justicia que a los colombianos de a pie nos toca enfrentar o ver actuar en el día a día.

Largo camino hay de las decisiones de alto calibre que toman los magistrados de las altas cortes, en contraste con la justicia que a los colombianos de a pie nos toca enfrentar.

Sin ir muy lejos, veamos la dolorosa y angustiante realidad que se ha apoderado de todos nosotros con la amenaza constante de la delincuencia en las ciudades. Para los atracadores, la justicia es un tigre de papel. Ya sean estos colombianos o venezolanos, la realidad es que si los atracos, robos, secuestros exprés y asesinatos se han disparado es porque la delincuencia no se siente amenazada por el aparato de justicia en general.
No les temen a los policías. No les preocupa tener que responder ante un juez. Les tiene sin cuidado ser enviados a la cárcel o, en el caso de los venezolanos, ser deportados a su país de origen. De hecho, en Bucaramanga hace poco pasó que un ratero fue atrapado por la Policía, deportado por Migración Colombia y a las pocas semanas estaba de nuevo en las calles de la capital de Santander dedicándose a lo suyo: atemorizar y robar a los bumangueses.
Y si eso pasa con los delitos menores, ¿qué han de pensar aquellos que se dedican a sofisticados esquemas para defraudar la confianza de los colombianos? ¿Es por esto que el rector de la Universidad Sergio Arboleda le decía a la fiscal del caso Ríos que “así funciona la sociedad”? ¿Un eminente abogado desdeñando el sistema judicial de su país?
La justicia es un tigre de papel que no resuelve casos que deberían ser ejemplarizantes para la sociedad: ha pasado un año y no se sabe nada del asesinato de Lucas Villa; han pasado meses y aún no se sabe si hubo o no fraude en aquel partido de la final de la segunda división del fútbol colombiano en la que los jugadores se quedaron quietos mientras les hacían un gol; han pasado años desde que empezó el escándalo Odebrecht y al FBI le tocó poner investigadores para que investiguen el caso en Colombia ante lo que parecerían ser vacíos en las indagaciones.
La justicia es un tigre de papel que no sirve para que los asesinos dejen de apretar el gatillo, que no hace que los directivos del fútbol abandonen su vulgar menosprecio por el público, que no sirve para que los corruptos escarmienten.
Y hasta el momento no veo ningún candidato dispuesto a ponerle colmillos de verdad a ese tigre.
#PreguntaSuelta: ¿los colegios privados han hecho que los políticos en general resulten insensibles ante las carencias de la educación pública, pues prefieren matricular a sus hijos en los primeros y jamás en los segundos?
JUAN PABLO CALVÁS
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