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Urnas calientes

Balance agridulce en una democracia amenazada.

Juan Lozano
Más allá de lo ocurrido en Bogotá, Cali y Medellín, que copan casi todo el espectro mediático nacional y dejan ver interesantes procesos deliberativos, campañas con propuestas estudiadas, candidatos de mucho peso y participación ciudadana ilustrada, lo que ocurrió en el resto del país, con excepciones notables, debe prender todas las alarmas cívicas, políticas, de seguridad, de control fiscal y éticas del país.
El retroceso democrático es escalofriante. La corrupción se incuba en las campañas, y se profundizó por la crisis de los partidos, la anarquía de coavales, la disputa a sangre y fuego de territorios y elecciones locales por grupos criminales, la violencia electoral, la indebida manipulación de muchas candidaturas por firmas, la resurrección de clanes y estructuras corruptas, los costos desbordados de las campañas, la trashumancia desenfrenada, la intervención desvergonzada de centenares de alcaldes y gobernadores para impulsar a sus sucesores y la ausencia de reportes financieros de los candidatos a las autoridades, entre otros factores.
El Gobierno Nacional de buena fe hizo lo que pudo. Impulsó la pedagogía electoral, estimuló las plataformas y los grupos de control y denuncia, lideró la acción de la Fuerza Pública para garantizar una jornada pacífica. La ministra del Interior y el Presidente de la república brindaron todas las garantías democráticas que estaban a su alcance y demostraron equilibrio político, alejados de cualquier favorecimiento partidista. El Gobierno, a diferencia de lo que ocurre en Venezuela o Nicaragua o Bolivia, no fue el problema. El problema es el sistema político.

Una condición indispensable es una reforma política y electoral profunda que recupere la política como instrumento virtuoso para construir un mejor país

El sistema político está podrido. El modelo está fracasando y requiere correctivos urgentes. La elección popular de alcaldes y gobernadores se ha venido deteriorando progresivamente hasta convertir la política en una herramienta criminal y el Estado en un botín en muchísimos municipios de Colombia.
Los centenares de miles de millones de pesos que invirtieron los políticos corruptos en esta campaña para hacerse con el poder territorial serán sustraídos en los próximos cuatro años de las arcas públicas. Las campañas multimillonarias de los bandidos saqueadores de nuestros presupuestos no las pagan ellos. No. Las terminamos pagando nosotros. Lo que ellos giran en sus jornadas proselitistas es un anticipo de lo que luego se roban.
Papel destacado, tratando de contener esta avalancha de delitos, irregularidades e infamias, cumplió el procurador Carrillo. Las cifras son escalofriantes. Solicitó 705 revocatorias de inscripciones, montó un puesto de mando unificado para contener amenazas contra 148 candidatos, tramitó 885 quejas por diversas causas, como participación de servidores públicos en política, trashumancia electoral, constreñimiento al elector o actos de corrupción.
El Procurador abrió 42 actuaciones preventivas, 19 indagaciones preliminares y suspendió a 12 servidores públicos por participación en política. Tiene abiertos 1.175 procesos disciplinarios a 503 candidatos. Y puso en evidencia que el 24,6 por ciento del país, es decir, 274 municipios, presenta un alto riesgo de trashumancia electoral, alcanzando el sorprendente umbral de 795.262 posibles trashumantes. El Procurador también hizo lo que pudo. Pero, insisto, el problema es el sistema.
Comparados con algunos de nuestros vecinos, debemos celebrar que haya elecciones, y comparados con nuestro pasado, debemos celebrar la caída en picada de acciones armadas contra el proceso electoral. Comparados con la economía global, debemos celebrar nuestras mejores proyecciones. Todo eso es cierto, y por eso, en Colombia hay esperanza frente a la construcción de un mejor futuro.
Sin embargo, para consolidarlo, una condición indispensable es una reforma política y electoral profunda que recupere la política como instrumento virtuoso para construir un mejor país.
Juan Lozano
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