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Una sola voz contra el terrorismo

Sería deseable que el presidente Santos asumiera un liderazgo más firme y convocante frente al Eln.

Juan Lozano
“Es hora de parar semejante insensatez, tan asesina como suicida. Y le exigimos al Eln que, cuando se reanude la mesa de conversaciones de Quito suspendida por el Gobierno en respuesta a los atentados guerrilleros, vuelva a ella con la seriedad que hasta ahora no ha mostrado: con la intención sincera de abandonar sus armas manifiestamente inútiles, que hoy se han convertido en un estorbo para la construcción pacífica de la deseada justicia social en Colombia”, decía en su párrafo final una buena carta abierta al Eln suscrita por cerca de 50 reconocidos pensadores, escritores, artistas e intelectuales colombianos.
La verdadera respuesta del Eln a esa carta parece ser el paro armado que tantos daños ha causado y que tantos perjuicios les ha generado a colombianos humildes que sufren por culpa del accionar terrorista. Lo ocurrido el fin de semana es inexplicable. Incomprensible. Indignante. Espantoso. El terrorismo no distingue entre uribistas y santistas, ni petristas y vargaslleristas, ni entre derechistas e izquierdistas. Por eso es mezquino y peligroso crear fisuras en el empeño colectivo que debe existir para que nuestra sociedad encare monolíticamente el terrorismo.
Magnificar y multiplicar el pánico ciudadano, la perplejidad y la ira vuelve caja de resonancia de los terroristas a quienes así proceden. No se dan cuenta, por perseguir réditos políticos de corto plazo, que los terroristas convierten en sus juguetes y sus mejores aliados a quienes se llenan la boca anunciando el colapso nacional tras cada atentado. No quiere eso decir que no se registren los hechos, ni que se subestime su impacto ni que se pierda de vista la gravedad de lo ocurrido. Ni tampoco que se excusen las enormes responsabilidades que le caben al Gobierno por lo que ocurre. Se trata de que retornen la mesura con firmeza y la sensatez para cerrar filas contra el terrorismo.
Inconveniente, creo yo, también es la actitud de algunos empeñados en atribuirle a Álvaro Uribe Vélez todas las culpas de lo que ocurre durante el gobierno de Juan Manuel Santos. Según esa narrativa, como Uribe no deja hacer la paz, se justifica que el Eln proceda así. “Estará feliz Uribe con los muertos para que siga la guerra” oigo decir en las redes. Esas expresiones son tan miserables como los mismos atentados, pues logran, justamente, que la sociedad se fragmente, se divida e incube y multiplique los odios polarizantes que solo convienen a los terroristas.
En ese contexto, sería deseable que el presidente Santos asumiera un liderazgo más firme y convocante frente al Eln. Para cerrar filas contra el terrorismo no puede seguir apelando al escaso 20 % de los colombianos que aún le copia. Y lo propio habría que decir del ministro de Defensa y del general Mejía, comandante de las Fuerzas Militares, hombres respetables cuya voz se escucha con altibajos.
El Ministro y el General, que son oradores prodigiosos, parecen enamorados de su facilidad de palabra, que se les ha convertido, vaya paradoja, en un bumerán que los hace lucir retóricos, evasivos y rimbombantes cuando el país les reclama precisión y eficacia para enfrentar la amenaza y el accionar terrorista.
Es posible que algunos beneficios excesivos concedidos a las Farc estén operando como incentivo negativo para endurecer las acciones terroristas. Pero se equivocan. En este país generoso, que quiere una paz integral, ya no hay más espacio para concesiones desbordadas ni para tolerar nuevas infamias. El espacio para nuevos diálogos solo podrá existir sobre la base de demostrar con hechos y acciones una voluntad inequívoca de paz. Ojalá el Eln lo entienda. Si no se expresa así, el Estado, que en todo caso debe saldar sus sobregiros sociales, no tiene otro camino que responder por la fuerza y con las armas. Y con contundencia.
JUAN LOZANO
Juan Lozano
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