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Todas las vidas son sagradas

No se deben frivolizar las amenazas de muerte contra el Presidente.

Juan Lozano
Distintas fuentes confiables corroboran que había un plan para asesinar a Iván Duque en el Cauca. Sin embargo, sonaron más duro los reclamos políticos de sus malquerientes, y muchos colombianos terminaron creyéndoles a sus opositores que el Presidente no había querido reunirse con los indígenas, cuando en realidad estaba protegiendo su propia vida. Cuentan que quien más insistió en ir a la plaza fue el propio Duque, hasta que le pusieron de presente la gravedad, la inminencia y la contundencia de las amenazas.
En esta oportunidad fue posible evitar una tragedia. Gracias a Dios y a las gentes de los cuerpos de seguridad. Pero debe quedar claro que aquí en Colombia hay unos grupos armados criminales que quieren matarlo. Y no puede dar papaya. Y tienen que redoblar todos los esfuerzos para proteger su vida. Y no puede ceder a ninguna presión que conduzca a poner en peligro su integridad personal, venga de donde venga.
Y no es un problema con los indígenas. Si el atentado se hubiere detectado camino a una reunión con prestantes empresarios, o con monjitas de la caridad, la respuesta tendría que haber sido la misma. Cancelar la presencia del Presidente si su vida está en peligro.
¿Que cómo sí lo pudieron proteger cuando fue a la frontera colombo-venezolana con los gringos? ¿Que cómo lo pueden proteger cuando va a sus talleres? ¿Que por qué se trata de criminalizar a los indígenas? ¿Que para qué sirven tantos escoltas si no lo pueden cuidar? Preguntas legítimas que se hacen muchos colombianos que no creen en las amenazas. La diferencia radica en la certidumbre del plan criminal en esta ocasión, que deja las alarmas prendidas.
Y sea la oportunidad para decir que en este clima tan enrarecido, es menester redoblar los esfuerzos de protección de la vida no solo del Presidente de la República, sino también la de los líderes más visibles de todas las tendencias y procedencias políticas. El juicioso informe de la Fundación Paz y Reconciliación deja claro que las amenazas y los atentados están orientados tanto contra los líderes del Centro Democrático y sectores afines al Gobierno como contra los líderes de la oposición y caracterizados sectores de izquierda.
Lo anterior deja claro que algunos sectores de izquierda extrema, de derecha extrema y de la criminalidad extrema e inveterada están armados, siguen armados, tienen estructuras criminales, tienen enemigos identificados y mantienen propósitos violentos de exterminio de sus contradictores. En efecto, la categoría ‘líderes sociales’, con la que se rotulan los centenares de caídos, hombres y mujeres comprometidos con las luchas sociales, alberga líderes de izquierda, de derecha, de las luchas agrarias, de las luchas campesinas, de las luchas comunales. Por eso, las alarmas no se pueden prender con un solo color y no se pueden apagar por relativismos políticos.
Aunque compartan algunas características, el aniquilamiento de tantas decenas de líderes sociales no es exactamente equiparable al tenebroso exterminio de la UP. Hoy están disparando desde muchos lados, contra mucha gente en medio de una gran anarquía criminal y unas luchas sangrientas por las rentas ilegales.
Es la hora de asimilar una de las más contundentes lecciones de nuestra historia. Ninguna muerte se justifica. Aplaudir el asesinato de unos líderes desde las trincheras contrarias es un acto anticipatorio del asesinato de los líderes de las trincheras aliadas. Tienden a volverse asesinos quienes justifican a los asesinos de los enemigos. Apoyar grupos que asesinan multiplica la violencia y abre la puerta a una cadena interminable de muerte, odio, venganza y desolación. No se puede frivolizar la muerte. No se pueden justificar los asesinatos. No se pueden desestimar amenazas y atentados. La vida es sagrada. Todas las vidas son sagradas.
JUAN LOZANO
Juan Lozano
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