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Se necesita una buena constituyente

Ni este Congreso es capaz de autorreformarse ni podemos resignarnos ante la corrupción reinante.

Juan Lozano
No tengo duda. Colombia necesita una constituyente. Este perverso entramado de complicidades y corrupción en el que, no obstante las excepciones virtuosas, terminó convertido el Estado colombiano no es capaz de autorreformarse. No nos engañemos más. Las reformas que necesitamos no llegarán de la mano de quienes tienen secuestrado el poder. No podemos seguir condenados a este régimen, que cada día resulta más pestilente y dañino.
Sin embargo, lo único más deplorable para Colombia que resignarnos a que los mismos sigan con las mismas, destruyendo el país y robándose la plata del pueblo, es que se convoque una constituyente mediante reglas que trasladen a esa asamblea los mismos vicios que hoy nos asfixian. Si a la constituyente van a llegar los mismos que hoy llegan al Congreso, mejor abandonar la idea. La pregunta es de fondo: ¿seremos capaces de evitar que la clase política de hoy se tome la constituyente?
¡Claro que somos capaces! Depende de las reglas. Si se adelanta una elección de constituyentes calcando lo que se aplica para elegir congresistas hoy, el resultado será nefasto y conducirá inexorablemente a los testaferratos políticos en cabeza de cónyuges, padres, hermanos, parientes o subalternos de los que hoy ocupan las curules. Las reglas para elegir constituyentes deben ser diferentes de las que se han aplicado para elegir congresistas.
Esas reglas deben ser estrictas en materia de financiación electoral, prohibición de uso de dinero en efectivo, empoderamiento legal de la ciudadanía para ejercer algunas funciones de control y vigilancia electoral, que hoy se pasan por la faja; combinación adecuada de curules por circunscripción nacional con circunscripciones más pequeñas. Hay más...
Definición de algunos cupos de naturaleza estamentaria, apertura total de inscripciones, eliminando los avales partidistas y las exigencias discriminatorias de garantías a los representantes de movimientos ciudadanos; prohibición total de listas con voto preferente y de intervención de funcionarios públicos, cero ‘mermelada’ y acceso amplio a medios de comunicación, entre otras reglas que requieren un debate sereno, constructivo y exhaustivo.
Al amparo de la jurisprudencia de la propia Corte Constitucional, la constituyente debe tener un temario acotado con suficiente precisión, de manera que no se preste para extensiones abusivas y desestabilizadoras, y debe tener un plazo inamovible, definido en meses y no en años. Todo lo contrario de lo que sucede en Venezuela, donde no sesiona una constituyente sino una narcotiranía colegiada.
La de aquí no puede ser una constituyente para darles gusto a nuevas exigencias de las Farc ni tampoco para hacer trizas los acuerdos devolviendo los desmovilizados al monte. Ni para revivir la reelección presidencial. Ni para incendiar la sociedad con una nueva guerra religiosa. Ni para lavarle la imagen a la clase política, como sucedió en el 91, cuando el nuevo Congreso posconstituyente resultó peor que el revocado por la debilidad del Ministerio del Interior de la época, que toleró ventajas inauditas para quienes jugaban con la camiseta de la vieja política.
Finalmente, creo que para alcanzar el mejor momento constituyente, su convocatoria requiere aclimatar unas reglas de juego esenciales para que la constituyente pueda garantizar una representación adecuada del país y una deliberación sosegada, y así evitar que se convierta en un escenario de nuevas venganzas.
Deberíamos todos evaluar en profundidad esta alternativa. A fin de cuentas, nada puede ser peor ni más peligroso para el futuro institucional de la nación que este escenario de manoseo cotidiano de la Constitución, aprobando una catarata de normas sin legitimidad ciudadana, impulsadas por un Gobierno sin apoyo de la gente, una guerrilla en transición defendiendo sus propios beneficios y un Congreso devorado por la corrupción.
JUAN LOZANO
Juan Lozano
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