“A Leopoldo lo desnudan 10 veces al día, y a su mamá y a mí también nos desnudan completamente en la requisa cuando nos permiten visitarlo”, denuncia la valerosa esposa de Leopoldo López, Lilian Tintori. La escena se repite. De la mano de su madre, los pequeños hijos de Leopoldo llegan a la cárcel para ver a su padre, y transcurren horas interminables. Muchas veces no lo logran. “De los 2 años y 8 meses que tiene Leopoldo injustamente preso, lo han castigado con la suspensión de la visita familiar por más de 10 meses”, agrega Lilian. Y le han lanzado excrementos, y lo han martirizado y lo han deshonrado.
Yamile Saleh suplica que Juan Manuel Santos, “ahora que es premio Nobel, me reciba. Le explicaré lo que es La Tumba, el lugar de reclusión de Lorent” (su hijo). Dicen que los horrores que ahí ocurren son inenarrables. También les suspendieron la visita familiar. Por más de 20 meses se ha solicitado atención médica especializada, y desde marzo del 2015 la CIDH solicitó al Gobierno de Venezuela brindar esta ayuda médica. Han hecho caso omiso.
Bien advirtió Human Rights Watch al papa Francisco que no se dejara burlar por Nicolás Maduro. “Sin presión internacional, el diálogo con la oposición servirá a Maduro para ganar tiempo, burlándose de la buena fe de su santidad”, reseñó ‘Clarín’. Y a juzgar por la forma como evoluciona el tema, es prudente levantar respetuosas voces internacionales para que el Vaticano no pierda el foco y para que la Iglesia y algunos sacerdotes de buena fe no se equivoquen con intervenciones que puedan presionar indebidamente a la oposición democrática y envalentonar al régimen despótico.
“Al recorrer Venezuela, vimos que la situación en materia de alimentación y medicinas es calamitosa”, agregó Vivanco. Ya vimos las imágenes extremas, después de las filas interminables, los anaqueles vacíos y los cuerpos famélicos: gentes de bien, desesperadas por el hambre, esperando el camión de la basura en procura de rescatar algo comestible entre los desechos.
A medida que se profundiza la crisis, la represión aumenta y el sufrimiento del pueblo venezolano se multiplica hasta umbrales inadmisibles de dolor y hambre. Y también hemos visto los testimonios sobre la penetración del narcotráfico y la corrupción a los niveles más altos del Estado, configurando un cuadro de criminalidad de cuello blanco, enriquecimiento desbordado de algunos poderosos, mientras la situación del pueblo se agrava día a día.
Tras la suspensión del referendo revocatorio, desde aquí seguimos con angustia la degradación de la situación. Tememos por la vida de los líderes de la oposición, de Leopoldo, de Lilian, de María Corina, de Henry Ramos, de los diputados opositores, de los presos políticos, de Capriles, del padre Palmar, de los estudiantes y periodistas, en fin.
Hace tres días, ante las multitudinarias manifestaciones pacíficas contra el régimen, observó la gran María Corina: “Hoy, el pueblo destituyó a Maduro. En la calle le haremos acatar la decisión”. La comunidad internacional debe mantenerse atenta y vigilante al devenir de la jornada del próximo 3 de noviembre y la marcha a Miraflores. Dios proteja al sufrido pueblo venezolano y a los marchantes pacíficos.
Por todo lo anterior resultaba deplorable la actitud complaciente, temerosa y elusiva de la mayoría de los asistentes a la opaca cumbre presidencial en Cartagena, incluyendo a nuestro Gobierno, que parece no dimensionar la magnitud de la amenaza que la degradación del régimen de Maduro representa, ni las infamias cometidas contra nuestros compatriotas de frontera ni el gravísimo incidente aéreo de la semana pasada, que no mereció ni una sílaba escrita desde Bogotá. Aquí estaban dispuestos a recibir a Maduro como si nada pasara en Venezuela y como si fuera digno de merecer las pompas, los honores y las sonrisas que siempre le han prodigado. Menos mal que no vino.
JUAN LOZANO
Comentar