¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

El arte de calificar

Cuando muchos alumnos se rajan en una clase, el más rajado es el profesor.

Juan Lozano
Navidad y fin de año suelen convertirse en épocas de calificaciones y veredictos numéricos sobre lo que ha ocurrido en el año académico, en el año económico, en el año político, en fin. Nos hemos acostumbrado a recibir notas por doquier y a procesar resultados tabulados sobre mejores, peores y rajados.
Esos ejercicios, que en lo público resultan taquilleros y en lo académico odiados por muchos, parten de una mala herencia de nuestro sistema escolar, en el que las calificaciones se han divorciado del proceso de aprendizaje, por lo cual, con frecuencia, es más el daño que hacen que el servicio que prestan.
Casi desde que nacemos nos empiezan a calificar, en una sucesión de actos frecuentemente arbitrarios mediante los cuales alguien que dispone de un poder circunstancial sobre otros asigna una nota que obedece mucho más a prejuicios o convicciones subjetivas que a una valoración integral de los progresos del calificado.
En colegios y universidades es frecuente que los profesores, sin siquiera haber compartido con los alumnos los criterios sobre las evaluaciones, se despachen a calificar, como la gana les da, los trabajos, las intervenciones en clase y los exámenes de sus alumnos, convirtiendo el acto de calificar en un ejercicio desbalanceado de su investidura profesoral.
La calificación debe ser parte del proceso de aprendizaje. No puede ser un número frío que un profesor le pone al alumno porque así se le antojó. La calificación no debería ser un ejercicio unilateral mediante el cual el profesor notifica una nota, ni mucho menos una síntesis de prácticas indeseables como quizes sorpresa, exámenes con libros cerrados o exigencias de memorizaciones inútiles.
Más que ejercicios estériles de repetición de lo que encontrarían a un clic en internet, los exámenes finales deberían ser ejercicios de reflexión y pensamiento crítico con apuntes de clase, notas bibliográficas, internet y libros abiertos.
Y la calificación debería, en toda circunstancia, originarse en un proceso dialogado en el cual tres partes intervienen –el profesor, el alumno y el grupo–, después de haber comprendido todos cuáles son los objetivos pedagógicos del curso y los resultados académicos esperados.
Los dos modelos más dañinos en lo que a calificaciones se refiere se ubican en los extremos de profesores que nunca rajan a nadie, aun cuando algunos merezcan perder una asignatura, y los profesores mal denominados cuchillas que se creen muy importantes porque rajan y rajan a los alumnos, incluyendo a aquellos que merecían pasar la materia.
En efecto, los profesores que quieren ser populares entre sus alumnos regalando notas resultan tan equivocados como aquellos que, con tal de regodearse con el poder que ostentan, prefieren rajar alumnos que habían alcanzado los méritos para aprobar el curso.
No entienden los profesores cuchillas que mientras más alumnos rajan, más rajados resultan ellos mismos. Cada alumno que se raja le debería recordar al profesor que no pudo hacer bien su tarea. El alumno nunca se raja solo. Con él se raja, también, el profesor que no logró motivarlo, acompañarlo, estimularlo, entenderlo, guiarlo o entusiasmarlo con su materia.
Calificar se convierte en la oportunidad de oro de interactuar con los alumnos para verificar que el ciclo del aprendizaje se surtió satisfactoriamente. Respetando autonomía universitaria y libertad de cátedra, creo que nuestro modelo debería avanzar más rápido hacia sistemas de coevaluación entre profesores y alumnos. Son emocionantes los ejercicios de coevaluación en los que he participado recientemente, a partir de la sinceridad y la transparencia que vienen de los corazones limpios de los estudiantes ávidos de aprender, de madurar, de formarse y de servir a la sociedad.
JUAN LOZANO
Juan Lozano
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción