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Duque, paros, marchas y vándalos

Marchantes y no marchantes, todos, debemos cerrar filas contra los vándalos, vengan de donde vengan.

Juan Lozano
Iván Duque no había terminado de decir “Sí, juro” el 7 de agosto de 2018, cuando ya estaban convocando la primera protesta social contra su gobierno. Y no había pasado el primer semestre cuando los estudiantes convocaron una de las más largas movilizaciones estudiantiles de la historia, que se sumó a una temprana y compleja minga indígena. Uno y otra llegaban con el largo listado de sobregiros y promesas incumplidas que les había dejado de herencia el gobierno anterior.
A sabiendas de que muchos de los reclamos estaban justificados por un rosario de incumplimientos previos del Estado, aun cuando no fueran atribuibles al gobierno que apenas estaba sentándose, el presidente Duque optó por el más largo y el más responsable de los caminos. Abrir diálogo, consultar posibilidades fiscales y tejer acuerdos cumplibles y responsables.
Si algo ha quedado claro en estos 15 meses de gobierno es que Duque es un hombre cauteloso a la hora de hacer promesas y honrado de palabra y acción. Se equivocan quienes confunden prudencia con debilidad o quienes olvidan que la responsabilidad del gobernante no es la de salir a las carreras a apagar un incendio de coyuntura, sino la de resolver las causas estructurales que originaron el fuego.
Es evidente, después de cerca de 300 movilizaciones que se han convocado en esta era Duque, que el Presidente respeta el derecho legítimo a la protesta pacífica. Y ha señalado que su obligación también consiste en proteger los derechos, la vida, la honra y los bienes de los que no salen a marchar.
Para que quede claro. Tan absurdo es endilgarles el mote de guerrilleros comunistas chavistas a quienes libre y soberanamente han decidido marchar, como absurdo resulta acusar de paracos, fachos, y corruptos a quienes libre y soberanamente han decidido no marchar. Lo uno y lo otro deriva en satanizaciones peligrosas, de esas que empiezan con un adjetivo y terminan con uno o varios cadáveres.
En lo que todos deberían estar de acuerdo es en que hay que rechazar, contener y capturar a los vándalos y a quienes se valen de las marchas y la buena fe de muchos de los participantes para destruir la infraestructura pública, tratar de prenderles candela a edificios oficiales, agarrar a piedra a los humildes policías de Colombia o vandalizar lo que van encontrando a su paso. Eso no es protesta social. Eso es terrorismo.
Ha denunciado el general Atehortúa, comandante de la Policía, que el Eln está pagando para infiltrar con vándalos las protestas y que hay infiltración en 20 universidades. Se ha divulgado que en Córdoba, hombres armados desplazan a indígenas como retaliación por negarse a participar en el paro. Se han identificado originadores de falsas razones para la marcha, como decir que Duque eliminará Colpensiones, que subirá la edad de pensión, que redujo el presupuesto de educación, que acabará con el Sena o que eliminará de tajo los dominicales y festivos. Mentiras.
Así las cosas, lo que ahora se espera es que los alcaldes y el Gobierno Nacional expidan las normas que construyan el necesario equilibrio entre garantizar la protesta pacífica y evitar que los vándalos destruyan nuestras ciudades.
Sobre el tapete, para estudio y adopción de las autoridades en las próximas horas, están medidas que van desde definir las rutas por las que pueden marchar hasta prohibir parrilleros, capuchas, cerrar las fronteras y adoptar la ley seca. Desde autorizar solo marchas mientras haya luz del sol hasta ofrecer recompensas anticipadas por información sobre vándalos y suministros para bombas molotov, papas bombas, armamento prohibido o lanzacohetes artesanales.
Si se adoptan medidas adecuadas, si toda la sociedad rechaza a los vándalos, si la fuerza del Esmad solo se usa contra vándalos nacionales o extranjeros, si los promotores asumen la responsabilidad concurrente de aislar a los violentos, si la protesta no termina en disturbios y caos, Colombia habrá ganado. En caso contrario, todos perderemos, y que Dios nos proteja de los extremismos politiqueros y los agitadores violentos.
JUAN LOZANO
Juan Lozano
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