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El mal camino al mínimo

Menos 'show', por favor, alrededor de la sensible puja por el mínimo.

Juan Lozano
Suena la fanfarria. Se hacen apuestas. El economimorbo se alborota. Los boxeadores empiezan a ponerse los guantes. Los especuladores, apostadores, videntes y seudogurús empiezan a soltar cifras. Los académicos y analistas más respetados hacen lo mismo, pero con mejores explicaciones y frunciendo el ceño.
Comienzan a correr ríos de tinta que, descontadas las especificidades de cada año, dicen siempre lo mismo. Lo mismo, incluido que este año sí es diferente por x, o por y, o por z. Y para confirmar la regla, este año sí que es diferente. Altísima inflación, temores globales de recesión, desaceleración a la vista, altas tasas de interés y brutal depreciación del peso desde julio.
Y como es diferente, se dice lo mismo de los años anteriores que también se creían diferentes. Que ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre. Que se restablezca el poder adquisitivo perdido sin afectar la formalización laboral. Que los sindicatos piden mucho y los empresarios ofrecen muy poco. Que todos queremos un país más justo. Que blablablá.
Salvo muy contadas excepciones, este sainete lejos de generar fraternidad social y consensos, lo que hace es abrir heridas, facilitar populismos, profundizar estereotipos equivocados y dañinos como, por ejemplo, decir que los empresarios son tacaños y que los sindicalistas son irresponsables.
Ante la opinión pública aparecen “los empresarios” como unos tipos indolentes que no saben cómo está de caro el mercado y a quienes solo les importan sus utilidades, lo que es falso, y aparecen “los sindicalistas” como unos delirantes demagogos que piden lo impagable para ganar votos, lo que también es falso.
Por el bien de la democracia, de la fraternidad social, del mercado laboral y de la justicia social, este modelo pugilístico, público y exhibicionista de llegar al salario mínimo debe desmontarse para tratar de buscar, antes, consensos técnicos, realistas, convenientes, serenos y beneficiosos para todos.
Algunos años se ha logrado el consenso, cómo no, pero muchos no ha sido posible y se ha generado un saldo social muy dañino. Y al final, el bolígrafo del Presidente, si no hay consenso, obra como árbitro de última instancia, a veces bien y muchas veces mal.
Por lo demás, tal como vengo sosteniendo hace más de una década, los parámetros del modelo están mal definidos y la rigidez centralista es inconveniente.
Tras muchas horas de estudio y arduas jornadas de trabajo con expertos hace unos años, presenté un proyecto de ley para obligar a que el referente necesario para la determinación del mínimo no sea el dato general de inflación, sino el correspondiente a la canasta de inflación para la población de bajos ingresos, donde los alimentos pesan mucho más. Eso cobra especial relevancia en presencia de escenarios como los que hemos vivido recientemente de inflación de alimentos. Recuerdo que el gobierno Santos ayudó a hundir el proyecto y luego le tocó enmendar un errado decreto de determinación del salario mínimo justamente por esa causa.
Se debería retomar ese proyecto. Y se debería considerar muy en serio la posibilidad de establecer varios tipos de salario mínimo que reflejen de mejor manera la heterogeneidad del mercado laboral colombiano, distinguiendo, cuando menos y con soporte constitucional adecuado para no seguir mal aplicando el concepto de igualdad, unas diferencias regionales y unas diferencias entre zonas rurales y grandes centros urbanos. Obviamente no es igual el costo de la vida en Bogotá que en un apartado pueblito de 2000 personas en zona rural.
Y finalmente, en escenarios de alta inflación, volatilidad en los precios e incertidumbre económica debería estudiarse la posibilidad de cambiar la periodicidad de los incrementos. En algunas épocas es conveniente fijarlo anualizado, pero en otras quizás sería mejor fijarlo semestralizado.
Más allá de esta coyuntura e independientemente de lo que resulte este año, ojalá repensemos como sociedad este asunto y logremos diseñar un modelo más fraterno y más justo.
JUAN LOZANO
Juan Lozano
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