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Campaña maluca

Con participación masiva y responsable podemos superar la tempestad.

Juan Lozano
Pocas campañas más malucas que esta en la historia democrática reciente de nuestro país. De rescatar, que se ha preservado la vida de los candidatos, lo que ha de convertirse en la obsesión del Estado colombiano, adoptando todas, todas las medidas que sean necesarias.
Enrarece aún más el panorama que las dos candidaturas que van punteando en las encuestas han denunciado en la última semana hechos que ponen en riesgo sus vidas e integridad física. Ojo.
Por lo demás, ha sido una campaña marcada por los nubarrones de fraude y desconfianza en la Registraduría, sin que los órganos competentes hayan desplegado acciones contundentes en este frente, comenzando por la propia Registraduría. El panorama se enrarece, y siembra unas turbulencias adicionales a las que ya traía nuestro endemoniado sistema electoral.
Ha sido, también, una campaña llena de amenazas regionales, de peligros y perturbaciones del orden público. La mezcla generada por la guerra sin cuartel entre grupos criminales por las rentas ilegales con las retaliaciones tras la extradición de ‘Otoniel’ ha impedido que la democracia opere en extensos territorios de la geografía colombiana donde la batalla se está librando a plomo limpio.
Ha vuelto a notarse, desde las elecciones parlamentarias, sin pudor ni vergüenza, el poder corruptor del dinero para comprar votos y apoyos electorales, como si ninguna lección se hubiera aprendido en este campo en las últimas 3 décadas. Mucho estatuto, mucho código, mucha ley, mucho blablablá que no sirve para nada si no prohíben el manejo de dinero en efectivo para los gastos electorales.
El intento de modificar a la brava y contra la Constitución la ley de garantías deja no solo una estela de contratos que permitieron movimientos indeseables de recursos en época de tarjetones, sino una sensación de impotencia frente a la guarda de la transparencia electoral. Esa sensación se agrava ante la lentitud de los órganos de control y, en muchos casos, su inoperancia. Personerías y contralorías municipales y departamentales están, casi todas, al servicio de la política.
Y cuando se toma una decisión en una instancia nacional, como en el caso del alcalde de Medellín, en un país donde centenares de funcionarios de todos los niveles están interviniendo en política en favor de uno u otro candidato en todas las coaliciones, se produjo una victimización de Daniel Quintero hasta el punto en el que ya el propio Gustavo Petro dice que si gana, Quintero podría ser su sucesor en la Presidencia porque “la Procuradora le hizo exactamente lo que Ordóñez me hizo a mí”.
Y no es que la Procuradora no tenga atribuciones para suspender. Es que estas deben aplicarse en todos los casos. Ella ha anunciado que más allá del cuestionado alcalde de Ibagué vienen más sanciones. Yo le creo. Ya veremos.
A todo lo anterior se suma el tono agresivo, amenazante, insultante, descalificatorio, intimidante y destructivo que se ha apoderado de muchos escuderos de candidatos y bodegas en redes sociales que convierten algunas tribunas de debate público en una verdadera cloaca de insultos y ofensas que sepultan las deliberaciones de fondo sobre los grandes temas del país.
Para rematar, el cinismo de la política ha adoptado un nivel superlativo. Presuntos responsables de crímenes de lesa humanidad que gozan de total impunidad sin haber reparado a sus víctimas nos quieren dar lecciones de paz. Descarados corruptos posan de adalides de la transparencia. En fin.
El maluco entorno de esta campaña lo completan los vientos de intervención extranjera denunciadas por las autoridades colombianas y estadounidenses que no solo provendrían, según esas denuncias, de Venezuela, sino también de Rusia.
Muy maluca. Muy espesa. Muy turbia. Muy densa. Muy peligrosa esta campaña. Los ciudadanos tenemos, sin embargo, la fuerza de nuestro voto para ejercerlo con sentido de responsabilidad y de futuro, con la esperanza de evitar que Colombia ruede hacia el abismo. Aún es posible.
JUAN LOZANO
(Lea todas las columnas de Juan Lozano en EL TIEMPO aquí).
Juan Lozano
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