¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Quién dijo miedo

Lo que llamamos la humanidad no es sino eso, sus palabras.

Un extraordinario escritor, criptógrafo y filólogo español del siglo XVI y XVII, don Sebastián de Covarrubias y Orozco, hizo un diccionario que se llama El tesoro de la lengua castellana o española, en el que cada definición y cada acepción es mejor que la anterior, pues más que un diccionario parece también, muchas veces, un cuento o una novela o un ensayo filosófico y feliz sobre las palabras y su historia y maravilla.
Como quien abraza el mar y lo va acuñando en prodigiosas monedas –pescaditos de oro–, Covarrubias escribió acaso el mejor libro de su tiempo: el único, por lo menos, que los contiene a todos los demás, allí laten; el más ambicioso y el más humilde a la vez, el libro de todas las palabras, las de antes y las que vendrán, “no hay nada mejor que la nostalgia del futuro”, sostenía Pereira.
Pero lo mejor del libro de Covarrubias, su palabra más certera, es el título: la aceptación, el esclarecimiento, de que la lengua es siempre un tesoro. Y no solo la “lengua castellana o española”, que era la del autor. No. La lengua en sí; la lengua como tal, diríamos en Colombia. El hecho milagroso de que exista ese instrumento que sirve para darle sentido al mundo, para nombrarlo. Lo que llamamos la humanidad no es sino eso, sus palabras.
Y cada lengua que desaparece es una tragedia irreparable, un cataclismo. ¿Las hay perfectas? Claro que no. ¿Las hay mejores las unas que las otras? Tampoco, jamás. Por suerte, ya han sido revaluadas esas viejas teorías, que tuvieron consecuencias políticas funestas, según las cuales había lenguas superiores, como si en ellas se manifestara también la superioridad del pueblo que las habla; su ‘genio’, decían los románticos.

Cada lengua que desaparece es una tragedia irreparable, un cataclismo. ¿Las hay perfectas? Claro que no. ¿Las hay mejores las unas que las otras? Tampoco, jamás

Claro: hay matices, diferencias, estructuras y universos muy distintos que determinan la historia y el destino de cada idioma; de eso se trata. Hay lenguas contenidas y sintéticas que permiten decir mucho, a veces decirlo todo, de un solo golpe, con una sola palabra; hay otras en cambio desbordadas, cuyo río nos arrastra y nos hace dar vueltas y vueltas antes de llegar a algún lado, si es que llegamos. Y en ambas hay belleza, hay vida.
Las lenguas germánicas, por ejemplo, tienen una capacidad asombrosa para resumir, en uno solo, conceptos muy precisos y complejos. El otro día me encontré con una palabra anglosajona (la lengua antigua de Inglaterra; lengua de espadas e inagotable belleza) que me hizo buscarla de inmediato en un diccionario, uhtceare. ¿Qué es? “Lo que siente quien se despierta antes del alba y no puede volverse a dormir porque algo lo atormenta”.
No es el insomnio ni es la vigilia ni es el pánico, no, es todo eso al mismo tiempo, mientras el día despunta en el horizonte: una duermevela de horror en la madrugada, nombrada con una sola palabra que lo dice todo. ¿Qué es saudade en portugués? Quien lo probó lo sabe. ¿Qué quiere decir? Pues eso, sin más, aunque una vez oí una definición muy bella: “Es la nostalgia del presente”. Como la poesía.
Leo en internet que en el idioma rapanui, en la isla de Pascua, hay una palabra que parece colombiana, tingo, y que define el acto de pedirles cosas prestadas a los vecinos o a los amigos hasta dejarlos sin nada. Leo también, no sé, que hay una palabra japonesa, bakku-shan, que se refiere a las mujeres que se ven hermosas de espaldas hasta que se voltean. Quien lo probó lo sabe, saudade.
Un amigo barranquillero me hizo ayer la modesta enumeración, y casi no acaba, de todos los usos de la interjección ajá: pregunta, respuesta, afirmación, negación, saludo, despedida, regaño y ajá.
Antual se me acaba el espacio, ‘antual’ quiere decir “ya casi” en Popayán. Antualito, ya casito, ajá.
catuloelperro@hotmail.com
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción