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Lo de los alias del hampa es un rubro en el que Colombia exhibe un liderazgo moral e internacional.

Los servicios de inteligencia de Colombia, o lo que aquí se suele llamar así de manera un poco contradictoria, informaron hace un par de días que fue capturado en Sucre, Sucre, un tenebroso y presunto criminal que lleva un alias histórico y memorable, alias ‘Lavomatic’. A su lado, cuenta la prensa, cayó también su hombre de confianza, cuyo apodo no deja dudas con respecto a su peligrosidad: alias ‘Mosquito’.
Si algún día, después de los siglos, alguien se interesa por Colombia y su historia y su destino, ese será sin duda el tema preponderante y único, el de nuestros alias para designar a nuestros criminales, oh gloria inmarcesible. No la violencia ni el sectarismo ni el fútbol ni el arte ni la felicidad ni el poder, no, sino esos deslumbrantes apodos que además parecen darse silvestres, cada vez mejores y más originales.
Porque en todos ellos hay siempre ingenio y talento, ninguna mediocre concesión a la obviedad o al facilismo. ¿Qué tiene que hacer uno, por ejemplo, para que en su gremio le digan ‘Lavomatic’? No tengo ni la menor idea, tampoco quiero saberlo. Además porque es un gremio muy competido y exigente, supongo. Pero sí hay allí una historia que excede la tradición venerable y antigua de darles a los maleantes un sobrenombre de rigor.
Nomás revisando al azar en internet hay una lista inagotable de imputados cuyos alias hacen que uno se olvide de inmediato de su prontuario y sus ejecutorias y quiera saber ya la razón por la cual les dicen o les decían así: alias ‘Rikarena’, alias ‘Mueble Fino’, alias ‘Pata Rancia’, alias ‘Alpinito’, alias ‘Niño Dios’, alias ‘Diarrea’, alias ‘Boliqueso’, alias ‘Crimen’ (cómo será), alias ‘Botellita’, alias ‘Guayabo’ (cómo sería), alias ‘Guri Guri’.
Y eso que a mí no me sorprende casi nada en materia de apodos porque nací en su capital mundial, que es Popayán, en la cual había un pobre muchacho, hace años, al que le decían ‘Miniteca’ por el incesante tic de sus ojos: los abría y los cerraba sin parar, como luz en fiesta juvenil. Otro un poco mayor tenía la manía de inclinar la cabeza hacia la izquierda todo el tiempo, le decían ‘Seis y Cinco’, como si fuera reloj de manecillas.
Pero lo de los alias del hampa sí es un rubro en el que Colombia exhibe un liderazgo moral e internacional de veras notable. Aunque habrá quienes digan que en todas partes es igual, no es cierto: ni siquiera en México, nuestro rival más cercano, hay semejante derroche de gracia y desparpajo para motejar a sus criminales, que aquí entre nos tienen unos apodos lamentables. Dizque el ‘Mencho’, la ‘Güera’, el ‘Robachivas’: pobres.
Nosotros en cambio tuvimos a alias ‘Gordo Lindo’ y a alias ‘Pecueca’, aunque quizás mis favoritos sean alias ‘Nevecón’ y alias ‘Mantel’, un par de ladrones que se habían especializado en esquilmar y desvalijar los restaurantes de la localidad de Chapinero, en la capital, sin que quedaran ni las sobras, como lo relata la página de Alerta Bogotá, que señala que alias ‘Mantel’ fue capturado en flagrancia vistiendo una camisa a cuadros.
Peor le fue en Manizales a alias ‘Firulais’, un connotado y temible (a juzgar por el sobrenombre) miembro de la banda de apartamenteros ‘los Kikos’, al que las autoridades confundieron con otro delincuente que tenía el mismo apodo y muchas más deudas pendientes con la justicia. El pobre ‘Firulais’, cuentan los periódicos locales, ha tenido que librar una ardua batalla jurídica para que no revuelvan sus crímenes con los de nadie más.
Quizás hubiera sido más feliz con otro alias, quién sabe. A ‘Carepene’ y a la ‘Cuca’ no les fue mejor. Es que es un tema muy delicado.
O como decía el ‘Mugre’, famoso sicario de Pablo Escobar, hoy pastor en España: “A mí solo me dicen así mis amigos”.
JUAN ESTEBAN CONSTAÍN
www.juanestebanconstain.com
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