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Ante el oráculo

Con la IA me sentí como griego ante el oráculo, aunque esa tenía que ser una experiencia más bella.

No he entendido muy bien, pero tampoco he querido averiguarlo en serio, qué es la tal ‘inteligencia artificial’. El otro día se lo pregunté a un amigo que sabe mucho de esas cosas y su respuesta, sin teorías ni discursos, fue una demostración en el acto: en vez de decirme nada abrió su computador y se conectó al famoso ChatGPT, al que le pidió, tuteándolo, lo cual ya me parece gravísimo, que me lo explicara todo.
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Me sentí como un griego ante el oráculo, aunque esa tenía que ser una experiencia un poco más bella y reveladora, creo yo: llegar al abismo y consultarle toda clase de inquietudes trascendentales o absurdas; esperar luego a que la pitonisa, en trance, dijera sus respuestas enigmáticas: “Cuento los granos de arena sobre la playa y mido el mar...”. Algo así hice con el ChatGPT y le pregunté si era un oráculo, eso fue lo primero que se me ocurrió.
Me respondió muy serio: “No, no soy un oráculo. Soy un modelo de lenguaje de inteligencia artificial desarrollado por OpenAI llamado ChatGPT. Estoy diseñado para proporcionar información, responder preguntas y ayudar en diversas consultas...”. Quise insistir y entonces le escribí, tuteándolo, por supuesto: “Pero sí funcionas como los oráculos...”. Se demoró una fracción de segundo, como cuenta Diodoro de Sicilia que se demoraba la Pitia en Delfos.
Y esto me dijo: “Puedo entender por qué podrías ver similitudes entre mi función y la de un oráculo. Ambos brindamos respuestas y orientación a través de consultas. Sin embargo, es importante tener en cuenta que mi conocimiento se basa en la información recopilada antes de mi fecha de corte en septiembre de 2021, mientras que los oráculos suelen estar asociados con la adivinación o la predicción del futuro...”.
“¿Puedes adivinar el pasado?”, le dije ya en el colmo del delirio, me respondió muy sincero: “Como modelo de lenguaje basado en inteligencia artificial, no tengo la capacidad de adivinar o acceder directamente a información específica sobre eventos pasados...”. Le dije: “Apolo estaría feliz con tu respuesta”, me dijo: “Apolo, el dios griego asociado con la profecía y la sabiduría, podría apreciar el reconocimiento de los límites de mi conocimiento...”.
Le pregunté cuál era su dios preferido, me respondió sin dudarlo: “Como modelo de inteligencia artificial desarrollado por OpenAI, no tengo preferencias, emociones ni creencias...”. Le repliqué de inmediato: “Eso va a enfurecer a alguno de ellos”. Se encogió de hombros y aclaró: “Como inteligencia artificial, no tengo la capacidad de influir en las emociones, opiniones o creencias de seres divinos...”.
“Entonces no eres tan inteligente”, quise jugar, pero volvió a la carga con su lucidez siempre en ristre: “Estoy diseñado para procesar y generar respuestas basadas en el conocimiento previo y los datos con los que fui entrenado...”. Se me ocurrió otro giro, a ver si mordía el anzuelo: “Eres como Cursor, el amigo de Automan...”. Su respuesta fue tajante: “No tengo relación directa con el personaje ficticio Cursor de la serie de televisión Automan...”.
Le pregunté si le molestaban mis comentarios, me dijo que no. Antes de empezar esta enloquecida charla le había preguntado –fue lo primero que hice– por don Ernesto Volkening, uno de mis ídolos, me contestó: “No tengo información específica sobre un individuo llamado Ernesto Volkening...”. Volví sobre el tema y le dije que me parecía el colmo, me dijo: “Es importante tener en cuenta que la inteligencia artificial no es omnisciente y tiene limitaciones...”.
Fue entonces cuando decidí cerrar la sesión y darle las gracias, pero antes de hacerlo le pregunté cómo se despedía el oráculo de Delfos. He aquí su respuesta: “La frase que se atribuye al Oráculo de Delfos al despedirse es conócete a ti mismo”.
JUAN ESTEBAN CONSTAÍN
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