¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

A mano alzada

¿Cómo era ese mundo cuyos vestigios se están difuminando sin remedio ni esperanza?

Escribo a mano alzada esta última columna del año, lo hago sin conexión a internet. Más tarde espero (como ven, lo logré) bajar al pueblo y encontrar algún sitio desde el que pueda volverla a leer, corregirla si toca, luego enviarla. ¿Cómo hacíamos antes cuando no estábamos siempre ‘en línea’? ¿Cómo era ese mundo cuyos vestigios se están difuminando sin remedio ni esperanza? Parece en realidad una época prehistórica, un tiempo hace siglos.
(También le puede interesar: Álbum de fotos)
El otro día un amigo me dio un dato espeluznante que nos sumió a los dos en la más profunda e irreversible de las derrotas: "Estamos ya más cerca del 2050 que de 1990", me dijo, y yo no fui capaz ni siquiera de sacar bien la cuenta. Además porque en mi memoria y en mi percepción, en mi vida, carajo, 1990 fue apenas ayer, un año que cuando alguien lo evoca o lo menciona yo pienso que fue hace 20 años.
Mejor dicho: cuando alguien me dice "hace 20 años", para mí es 1990, no el obsceno año 2001 que en su momento, antes de que ocurriera, a todos nos sonaba inalcanzable e imposible, un año lejanísimo que le pertenecía a la ciencia ficción, no al tiempo. Durante décadas, de hecho, 'el año 2000' fue como un mantra para todas las generaciones que lo antecedimos y que resumíamos en él, en su cifra redonda y caprichosa, el advenimiento del futuro.
Tengo incluso un libro publicado en 1979 –el año en el que nací, un año ya casi medieval– que se llama justo así: La carrera hacia el año 2000. Es una recopilación de ensayos, hoy enternecedores, en los que algunos de los sabios más importantes de aquel tiempo hacían vaticinios y predicciones sobre lo que iba a pasar, según ellos, en el ansiado y misterioso año 2000. Sobra decir que ninguna de esas profecías se cumplió, todas ellas incluían a la Unión Soviética.

'El año 2000' fue como un mantra para todas las generaciones que lo antecedimos y que resumíamos en él, en su cifra redonda y caprichosa, el advenimiento del futuro.

Pero a mí lo que me sigue maravillando, para retomar el hilo de la conversación, es de verdad cómo hacíamos, cómo pudimos vivir por tanto tiempo así. Y eso que en mi mundo ya había no solo televisión por cable sino hasta computadores personales, y el recuerdo que tengo de mis mayores, entonces, es el de ellos preguntándose también cómo habían hecho, cómo habían podido vivir sin todas esas cosas. Supongo que es la ley del progreso, eso es la historia.
En mi casa había un computador Samsung con un disco duro de 30 megas, creo, y una pantalla a colores con una tarjeta CGA. Me acuerdo perfecto de eso porque en el barrio fue una epifanía cuando llegó a crédito y todos mis vecinos, aún en la cultura monocromática verde o anaranjada de sus viejos armatostes, iban a jugar conmigo las maravillas de la época, desde Test Drive hasta el célebre y pornográfico Larry, cuya clave todavía me sé de memoria: Alt Z.
En 1994, hace nada, hace una eternidad, un amigo me invitó a la oficina de su papá desde la que uno se podía 'conectar a internet'. Era como entrar en una dimensión desconocida, empezando por el ruido de ultratumba que hacía el módem al conectarse. Parecía que el mundo se estuviera acabando; todas sus clavijas crujían, como un parlante dañado. ¿Un parlante? Yo alcancé a desbaratar radios para quitarles los parlantes y usarlos como lo que eran, un imán.
Con él levantaba uno del suelo limadura de hierro y la desplegaba sobre un papel; luego pasaba por debajo ese mismo imán y la movía a placer, era un ejército de hormigas. El otro día, perdón por volver sobre el tema de 1994, vi una foto actual del hijo de Bebeto, que nació cuando el Mundial de fútbol de ese año y su papá celebraba los goles de Brasil meciendo sus manos como si llevara un bebé. Ese niño hoy ya es más viejo que nosotros, con eso les digo todo.
O casi todo, no es nada fácil hacer una columna sin estar conectado a internet. También les digo que feliz año: ya casi es el 2050, mucho ánimo.
JUAN ESTEBAN CONSTAÍN
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción