¿El Estado soy yo?
No hay nada peor, pero nada, que el simulacro de la seriedad en el subdesarrollo.

Esa narración así, ese rompecabezas con las fichas incompletas, carece de encanto y de ilusión.
Su vida fue una novela y ese es el único género desde el que se puede contar bien.
Un pobre león famélico y de circo, sí, pero en Roma, desde tiempos muy antiguos, todo puede ocurrir.
Fue bello que en la misma semana la inteligencia artificial nos regalara dos milagros tan felices.
La gente lo que busca con desespero son los libros proscritos e infamados.
¿Vale la pena publicar y leer algo así?
Nuestras pantallas son la caverna de Platón, ni más ni menos.
Hay quienes prefieren tomar partido a ciegas, antes que deponer sus obsesiones ideológicas.
La descomposición social de antes va a parecer un chiste con lo que pasa hoy con las redes sociales.