Se equivoca el gobierno Santos en la forma como ha asumido la vocería y designado a los escuderos que deben liderar el proceso de convocatoria por el ‘sí’ en el plebiscito, se equivoca porque se dejó imponer la agenda de quienes promueven el no, y por ello en lugar de dedicarse a difundir los beneficios de los acuerdos o crear esperanza entre los votantes ha tenido que sacar la artillería para desmentir rumores, enfrentar miedos creados y sobre todo, responderle a cada declaración del senador Uribe.
Se equivoca también al abanderar a Roy, a Benedetti y a Gaviria para defender y promover el ‘sí’, cargando la campaña de la misma mala imagen que cargan ellos y el gobierno de promesas incumplidas, ‘mermelada’ y en general de todas las asociaciones negativas que conllevan los partidos políticos y un gobierno con el sol de espaldas (cualquier partido y cualquier gobierno).
Se equivoca, principalmente, porque cae en el juego que le es más fácil al uribismo vender el acuerdo como una obra de gobierno, como un propósito de Santos y de la Unidad Nacional y por consiguiente poner el plebiscito como una herramienta de validación del Presidente o como una manifestación de inconformidad hacia él.
Pero pese a lo grave que es que se equivoque el Gobierno en la estrategia de comunicaciones del plebiscito y de los acuerdos, es mucho más grave aún lo equivocados que estamos los ciudadanos de a pie que apoyamos el acuerdo y que respaldamos el sí.
Nos equivocamos en permitirles al gobierno y a los políticos que se arroguen la vocería de un ‘sí’ que debe ser la materialización del derecho constitucional a la paz de todos y cada uno de nosotros. Nos equivocamos al dejar que ellos solos defiendan, a través de los medios y discursos que saben usar y que cada vez convocan menos a la ciudadanía, un acuerdo que nos va a afectar a todos.
Nos equivocamos porque en las conversaciones del día a día nos hemos dejado meter en un discurso soso, falto de imaginación y de esperanza, que no hace más que tildar de malos, de idiotas o de crédulos a quienes se oponen al acuerdo, sin tratar de entender las razones o emociones que los llevan a oponerse, lo que genera una discusión de sordos en la que no hacemos más que reforzar la lógica gobierno-oposición en el debate.
Nos equivocamos, sobre todo, porque no hemos logrado interiorizar que lo que buscan los acuerdos es precisamente fortalecer el diálogo democrático, incluir al que piensa distinto y reconciliar una sociedad harta de los agravios, las agresiones y la violencia hacia el otro en razón de sus ideas, de su situación socioeconómica, su credo, su identidad de género o sus preferencias sexuales. Y como no logramos interiorizar y articular el anhelo de reconciliación damos el debate como buscando eliminar dialécticamente al otro, en lugar de buscar entenderlo e incluirlo en nuestro “nosotros”.
Podemos seguir equivocándonos y recostarnos en la comodidad de que otros, ellos, se den la pela por unos acuerdos que terminen siendo solo entre ellos, o podemos entender que no es su paz sino nuestra paz y generar un mensaje de esperanza y reconciliación que nazca desde la ciudadanía, cuyos voceros y validadores seamos cada uno de nosotros en nuestros espacios vitales; que busque precisamente construir ese sueño de un país en el que quepamos todos, que está detrás de cualquier acuerdo de paz.
JUAN CAMILO DÁVILA@elcachaco