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‘Un caudillo en trance de muerte’

Nadie va a matar a Petro porque sería un suicidio para el país. 

No quiero alarmar a nadie porque el alarmado soy yo. Cuando mataron a Gaitán tenía 7 años y nunca olvidé la cara de angustia y el llanto de mi abuela y sus hijos cuando la radio dio la noticia. Nos tocó salir a todos los hombres de la casa a nueveabrilear, en Cali, cada uno con su patota. Se tumbaron e incendiaron miles de casas en el país pero no se tumbó el gobierno, por culpa de la lluvia y la borrachera de los alzados, la falta de verraquera de los jefes liberales de entonces en pleno Palacio, “¡el poder para qué!”, y el perrenque de doña Berta, la esposa del presidente, con dos pistolas en la cintura para no dejarse tumbar. La historia registra que nunca se supo quién mató al líder. Los liberales le echaban la responsabilidad al gobierno conservador; el gobierno –de acuerdo con la CIA–, a una conspiración del comunismo internacional para sabotear la Conferencia Panamericana y que por eso estaba aquí Fidel Castro; la prensa, que un extraviado del barrio Egipto por propia cuenta y riesgo, esto es, sin ninguna complicidad política. Se ha hablado de que desde otro ángulo hubo otro revólver que se esfumó. Y hasta se llegó a contemplar que el 9 de abril se consumó el linchamiento de un inocente. Me interesé en el tema y fui creciendo en la lectura de mucho libro, entre ellos los de Osorio Lizarazo, Arnoldo Palacios, Jorge Emilio Sierra, Carlos H. Pareja, Daniel Caicedo y más tardecito los de Arturo Alape, Alba Lucía Ángel, William Ospina y la monumental saga de Miguel Torres. En algunos de ellos se habla, como se hablaba por entonces en casa, de que días antes del magnicidio el periódico laureanista El Siglo había publicado un artículo editorial con el título que le he puesto a esta nota: ‘Un caudillo en trance de muerte’. No era una orden de hacerlo, desde luego, pero tampoco una prevención, como lo es en este caso refiriéndome al candidato presidencial con las mismos opciones de ganar la presidencia como Gaitán en su tiempo, Gustavo Petro. A otro político prometedor del cambio que iba derechito a la presidencia y fue comparado con Gaitán, Luis Carlos Galán, también lo asesinarían.
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En una manifestación Gaitán había dicho: “Ninguna mano del pueblo se levantará contra mí y la oligarquía no me mata porque sabe que si lo hace el país se vuelca y las aguas demorarán 50 años en regresar a su nivel normal”. En eso se equivocó el líder, porque han pasado 64 y las aguas están más desbordadas que nunca. Y aquí vuelvo a decir que no quiero alarmar a nadie porque el alarmado soy yo. Todos sabemos que Gustavo Petro está ad portas de llegar a la presidencia. Y también sabemos que está amenazado de muerte. Pero si ello ocurriese, el nuevo nueveabrilazo sería para acabar con todo. Comenzando por los verdaderos o supuestos responsables y por consiguiente con los presuntos ajusticiadores. A no ser que aparezca otro desquiciado en quien descargarse para el tribunal de la historia. ¡Cómo no!

A otro político prometedor del cambio que iba derechito a la presidencia y fue comparado con Gaitán, Luis Carlos Galán, también lo asesinarían.

Quién va a ganarle en las urnas a Petro si el que apoye Uribe o se apoye en él va a sentir el castigo del voto por el que diga Uribe que padecimos y padecieron. Además, todo aquel que siga siendo uribista después de la confesión de los militares ante la JEP de su responsabilidad en los 6.402 ‘falsos positivos’ será un cómplice de este segundo holocausto planetario en menos de un siglo.
“Cercano está el momento en que veremos que el pueblo manda, si el pueblo ordena, si el pueblo es el pueblo y no una multitud anónima de siervos”. Eso también lo dijo el hombre que era un pueblo y lo podrá repetir Petro cuando en la presidencia sea el pueblo en un solo hombre.
Es alucinante ver cómo Petro aglutina. Veo –valga el ejemplo– con alegría cómo, comandados por Fernando Rendón, director del más importante certamen poético del mundo, los escritores en su gran mayoría se suman, hacen propuestas certeras para el futuro manejo de la cultura y llenan escenarios populares con sus poemas y sus proclamas en favor de la vida.
Nadie va a matar a Petro porque sería un suicidio para el país. Ni los que están atemorizados por su llegada, que bien puedan irse calmando.
JOTAMARIO ARBELÁEZ
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