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Sigifredo y las Farc

Que así no se rindan, pues no se trata de una entrega sino de una negociación, le rindan cuentas al país por sus atropellos. Que confiesen la verdad de lo que pasó, dónde están los muertos, dónde las minas, reparen los daños.

Jotamario Arbeláez
Habrá que repetirlo incansablemente para que no se continúe tergiversando: estar por la paz no es estar con las Farc. Es estar porque las Farc salgan del monte y, entre otras cosas, dejen de secuestrar. Entreguen las armas, devuelvan los niños, se integren a la civilidad y hagan política si quieren, esa otra categoría urbana de la barbarie. Y así no se rindan, pues no se trata de una entrega sino de una negociación, le rindan cuentas al país por sus atropellos, que ellos justifican como una emergencia del accionar revolucionario: “No nos prestaban plata en los bancos”. Que confiesen la verdad de lo que pasó, dónde están los muertos, dónde las minas, reparen los daños. Como quedó consignado en el “todo está acordado”.
El acuerdo que logró el nadaísta De la Calle fue entre dos enemigos mortales para que no se siguieran pelando el colmillo. Dándose plomo generoso, tanto que la mayoría de las víctimas fueron de la población civil. Las Farc tendrán que ir entrando en razón, como ya comienzan a hacerlo. No entregaron la plata, pero se someten al “a mí que me esculquen” en los posibles bancos-caleta de todo el mundo. Ya el nuevo Fiscal alista la lupa. Hasta hace poco ‘Timochenko’ declaraba que no iba a pedir perdón porque no tenía nada de qué arrepentirse. Significando que los platos rotos de la guerra nadie tiene por qué pagarlos. A lo hecho, pecho, y santo remedio. El sábado, sin embargo, se produjo un episodio muy singular, que sin duda marca un punto para la guerrilla. En presencia de familiares de los diputados del Valle secuestrados y masacrados, y con la vocería de ‘Iván Márquez’, pidieron perdón por la práctica del secuestro extorsivo y reconocieron que terminaron lacerando el entorno de millares de familias. Prometieron que ese delito nefasto no tendría repetición.
Puntualizando el caso de la masacre inmisericorde, ‘Pablo Catatumbo’ expresó que esas once ejecuciones “fueron lo más absurdo que he vivido en la guerra”. “Ese hecho nunca debió haber ocurrido. Permítannos que nuestro afecto los abrace, pedirles perdón”, concretó ‘Márquez’, refiriéndose a uno de los peores crímenes de guerra perpetrados desde que el mundo es mundo.
El exdiputado Sigifredo López, sobreviviente único del suceso, no pudo, o no quiso, asistir, pero delegó a su esposa, Patricia Nieto, y les hizo llegar un valiente y vibrante mensaje. Donde, anteponiendo su compromiso con la paz, y su disposición al perdón, les recrimina su silencio cuando, luego de ser liberado, fue acusado por la Fiscalía de complicidad con la guerrilla en el secuestro y ejecución de sus compañeros, lo que le ocasionó el repudio del mundo como el peor criminal y le significó el infierno y la muerte en vida. Salir de un secuestro a otro, de la manigua errante al búnker de la Fiscalía, no es para gritar en coro Viva Colombia. Es el varón sacrificial y símbolo doloroso del conflicto. A pesar de que el Estado fue condenado a pagarle indemnización por tener responsabilidad en los dos secuestros, por acción y por omisión, y de que la suma acordada es como para comprar una camioneta, creo que hasta ahora no ha recibido satisfacción económica alguna. Y, tal como van las cosas, esta termine por corresponderle al bolsillo del señor Fiscal, y del señor Vicefiscal, que ahí tuvo también metidas la mano y la pata.
Aparte del perdón que pidieron a lágrima vida en La Habana ‘Pablo Catatumbo’, ‘Iván Márquez’ y ‘Joaquín Gómez’ a la par con los familiares de los victimados, y que a pedido de Sigifredo harán pronto en Cali, deberían darse la pela de indemnizarlo adecuadamente como gesto unilateral, acudiendo a sus bancos-caleta, antes de que el nuevo Fiscal los deje sin cinco.
Jotamario Arbelaéz
jotamarionada@hotmail.com
Jotamario Arbeláez
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