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La tentación del regreso (2)

A pesar de la sobrecarga de violencia que contiene, 'Volver al oscuro valle' es un libro que produce palpitaciones, amainadas por el goce estético de su estilo.

El narrador de 'Volver al oscuro valle' regresa, a Cali, con un combo de sus personajes topados en España y marcados por la crueldad del destino, tal la poeta caleña Manuela Beltrán, violada a los 12 por su padrastro, en descripción extrañamente paralela a la de la niña Yuliana por el monstruo del edificio Equus 66, en Bogotá. Vienen a hacer justicia por mano propia, pues el sádico a la vez regó la cara de la mamá de Manuela con ácido y le provocó la muerte. Viene el argentino Tertuliano, pretendido hijo del papa Francisco y quien se ha propuesto limpiar de escoria a la humanidad con el aire más extraño de predicador y juez del infierno. El Cónsul, como se nomina el autor en anteriores novelas de su obra río. Y su aun inasible pareja Juana, quien acomete el acto vindicatorio, a la manera de Judith con Holofernes según el relato bíblico, pero con mayor sevicia. La novela se narra en primera persona desde diferentes personajes, entre ellos –aparte de los nombrados– el cura Ferdinand Palacios, tenebroso paramilitar, cuya confesión remite a la historia develada de 'Los doce apóstoles'. Pues la obra no perdona las referencias, sobre todo las que más duelen.
Se habla entre los críticos literarios nacionales y foráneos de la intriga que maneja Gamboa en sus narraciones. Y desde luego que ello campea, pero lo que más intriga es el tejemaneje de los variopintos personajes que se van engranando para llevar a cabo una obra de misericordia que linda con el terror, más sensible por cuanto se trata de un ajuste de cuentas a un miserable. Y es ahí cuando la platea siente un fresco, que no debe confundirse con los actuales vientos de paz.
A más de un libro pleno de sucesos sensacionales, sin caer en la literatura amarilla, es un manual reflexivo del estado en que se encuentran los continentes azotados por las crisis, las migraciones masivas, los conflictos armados de vieja data y el terrorismo. Por algo Gamboa se le midió al título tolstoiano de 'La guerra y la paz' para, a través de sus investigaciones y su experiencia personal por diferentes áreas del conflicto, tratar de clarificar lo que se nos viene.
Pero retornemos a 'Volver al oscuro valle'. A pesar de la sobrecarga de violencia que contiene, tal vez por ello, es un libro que produce palpitaciones, amainadas por el goce estético de su estilo. Random House Literatura se ha apuntado un hit con esta publicación, donde el novelista da vueltas en busca de la originalidad modernista, que viene a encontrar, como sucede en ocasiones con Bolaño, en el meollo poético. Tanto en el despliegue lingüístico apuntalado de lirismo como en el tema.
Santiago Gamboa, el autor, o sea el Cónsul, como lo fuera en la India hace unos años, se presenta como una especie de Rimbaud redivivo (otro Jim Morrison, cómo les parece), tal es su devoción por el autor de 'Una temporada en el infierno', y en desafío normativo empotra con suavena toda una biografía del andante saltarín que formuló la teoría del vidente poeta. Y lo bueno es que este desgaire aparente viene como anillo al dedo, pues es lo que le da sentido a la peregrina teoría del regreso del viajero lontano. Tanto que el retorno al oscuro valle que se formula desde el comienzo, en vez de culminar en el discurrir vallecaucano, salta, así sea de manera temporal, en un final feliz tras la sarta de horrores que se suceden en Colombia, y en el actual mundo entero, a la localidad de Harar, cerca de Adís Abeba, el puro culo del mundo donde fue a templar el joven Rimbaud, ay, despojado del lastre de la poesía, a ejercer el tráfico de esclavos, de marfil y fusiles, para poder regresar un día a su casita de Charleville. Como lo hizo, con el cinturón lleno de monedas de oro, pero con la pata podrida, que le fue amputada en Marsella para morir.
Jotamario Arbeláez
jmarioster@hotmail.com
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