La incertidumbre que estamos viviendo los colombianos después de que el ‘No’ obtuviera la mayoría en el plebiscito del pasado 2 de octubre se transformó en una luz de esperanza la mañana de ese viernes en que desde Noruega llegó la noticia de que el premio Nobel de la Paz le había sido concedido al presidente Juan Manuel Santos. Y no era para menos. Veníamos de conocer un resultado que deshizo los sueños de millones de colombianos que anhelábamos encontrar el camino de la reconciliación para alcanzar una sociedad con justicia social, cuando, de repente, una noticia halagadora nos devuelve la fe en un proceso que busca construir un país distinto, donde la muerte deje de ser el precio que se pague por pensar diferente.
La concesión del Premio Nobel de la Paz al Presidente no es solo un reconocimiento a un hombre que se ha jugado su capital político buscando la solución a un conflicto armado de más de cincuenta años, sino también un espaldarazo de impacto internacional a unas conversaciones que condujeron a elaborar un acuerdo que pretende sacar de la lucha armada a un grupo insurgente que ha sembrado dolor en el territorio nacional. Que este galardón se le hubiera otorgado a Juan Manuel Santos después de que fuera derrotado en las urnas el acuerdo final para la construcción de una paz duradera, hace pensar en el compromiso de la comunidad internacional para seguir acompañando al país en la búsqueda de la paz a través del diálogo.
Si el comité noruego encargado de entregar el premio tomó la decisión de otorgárselo a Santos, es porque sabe que con este galardón se abren puertas para sortear la crisis que vive Colombia como consecuencia del triunfo del ‘No’ en el plebiscito. Este premio desarma los espíritus y abre postigos para buscar, a través de un consenso político, una actitud conciliatoria que le dé continuidad a un proceso donde todos los partidos están llamados a aportar para alcanzar la paz. Desde el momento en que se conoció la noticia, un aire de reconciliación empezó a sacudir a Colombia. Es que nadie puede ser indiferente ante un hecho que puede conducir, desde que exista voluntad política, al entendimiento.
Nadie puede negar la importancia que tiene para Colombia que el Premio Nobel de la Paz le haya sido otorgado a un hombre que ha dedicado su vida a abrir caminos que conduzcan a construir una paz estable. Los esfuerzos que Juan Manuel Santos ha hecho para que las negociaciones lleguen a puerto seguro demuestran que su interés es construir una Colombia donde la tranquilidad llegue al campo. Como presidente, ha tenido la paciencia para no permitir que el equipo negociador se pare de la mesa cuando ha habido dificultades en los diálogos. Santos ha sido un buen conciliador, y no se ha dejado seducir por las voces que piden la continuación de la guerra. Se puede decir que ha sido firme en su propósito de conseguir la paz.
Las manifestaciones de apoyo a la paz que se han venido presentando en algunas ciudades confirman que Colombia quiere recuperar la tranquilidad. Qué mejor que aprovechar el Nobel para que se llegue a un entendimiento entre los movimientos que agitaron la bandera del ‘No’, para que no se pierda lo avanzado en las conversaciones de La Habana. Sería triste para el país que echáramos por la borda cuatro años de trabajo intenso en búsqueda de la paz. Los dirigentes que se oponen a los acuerdos deben escuchar el clamor de los universitarios, que han llenado plazas para pedir que no se cierre la posibilidad de encontrar solución a lo sucedido en el plebiscito. Este premio debe convertirse en herramienta para superar la incertidumbre.
Si queremos construir un país con justicia social, apostémosle a la paz. Las víctimas de este enfrentamiento armado nos han dado una gran lección: han perdonado a sus victimarios. ¿Por qué no hacerlo nosotros? Si el comité noruego que entrega los premios Nobel miró más allá de la derrota que sufrió el ‘Sí’ para otorgarle a Santos el galardón, ¿no podemos nosotros desarmar los corazones para que logremos el entendimiento, perdonando a quienes nos han sometido con el poder de las armas? Todos debemos poner para construir un nuevo país. Empecemos dándole una oportunidad a quienes tomaron las armas pensando que ese era el camino para edificar una nueva Colombia, y que ahora reconocen que se equivocaron. El Nobel de la Paz es un mensaje contundente en este sentido.
José Miguel Alzate