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¿Sí murió de sífilis Arthur Rimbaud?

De haber hecho diagnóstico correcto, Rimbaud habría vivido muchos años más para gloria de la poesía.

Una novela escrita por un médico colombiano desarrolla la hipótesis de que Arthur Rimbaud, el poeta francés nacido en la población de Charleville el 20 de octubre de 1854 y fallecido en Marsella el 10 de noviembre de 1891, a la temprana edad de treinta y siete años, no murió de sífilis. ‘El enfermo de Abisinia’, de Orlando Mejía Rivera, habla a lo largo de sus 120 páginas sobre la vida atormentada del poeta que calificó ‘Iluminaciones’, su libro publicado cuando apenas contaba con veinte años de edad, como “babosadas de adolescencia”. Su autor, un profundo investigador científico, profesor de humanidades médicas y medicina interna de la Universidad de Caldas, expone en las últimas 46 páginas del libro la teoría de que la muerte de Rimbaud fue consecuencia de algo muy distinto.
El muchacho que al llegar a París cuando tenía dieciséis años inició una atormentada relación sentimental con Paul Verlaine, que terminó en Londres después de que el autor de ‘Sabiduría’ le disparara, por celos, dos tiros en la mano, se convirtió en una de las cifras más representativas del simbolismo francés. Sin embargo, renunció a escribir después de publicar ‘Iluminaciones’, el poemario en prosa que lo dio a conocer en los círculos intelectuales de París. Este libro despertó la admiración de escritores como Víctor Hugo y André Breton. Ese poemario, y ‘Una temporada en el infierno’, publicado un año antes, lograron que fuera recibido con júbilo en el grupo de los poetas malditos. Charles Baudelaire, Stéphane Mallarmé y Paul Verlaine lo vieron como un genio.
En ‘El enfermo de Abisinia’, Orlando Mejía Rivera le da vida a un personaje imaginario, el médico Nikos Sotiro, que según el novelista atendió los problemas de salud que Arthur Rimbaud presentó después de abandonar París, durante los once años en que vivió en Harar, provincia de Abisinia, en Etiopía, con un nombre distinto: Abduh Rimbo. En una extensa carta que le envía a Paul Verlaine en respuesta a otra que el poeta le envió para pedirle el favor de que le aclarara si en verdad Rimbaud había muerto de sífilis, le cuenta cómo fue su sufrimiento. En esta carta, el médico trata a Verlaine de pederasta debido a los dos años de cárcel que pagó por la denuncia de su esposa al enterarse de su relación con el joven poeta. Verlaine le escribió porque sentía temor de que hubiera sido él quien le infectara la sífilis.
Fue el médico del hospital de Marsella donde le fue amputada la pierna derecha después de haberle sido diagnosticado un carcinoma en el hueso quien dijo que Arthur Rimbaud había muerto de sífilis. Alfred Barley, dueño de un restaurante en Adén, le contó a Nikos Sotiro que Rimbaud había contraído la enfermedad después de una relación sexual con una prostituta. Después de esta revelación, el médico lo revisó. Entonces el poeta le dijo que se había acostado con una nativa, y que a los tres días sintió mucho ardor al orinar, y que observó una secreción amarillenta por el miembro. También “le salieron úlceras en la boca y presentó problemas en la coagulación de la sangre”. El médico aclara que, cuando lo examinó, “no le encontró ningún signo sifilítico en su miembro”, ni siquiera un chancro.
Orlando Mejía Rivera pone en labios del personaje por él creado las palabras para sustentar lo que como médico cree que fue la enfermedad que llevó a la tumba a Arthur Rimbaud. No revelo aquí cuál fue su diagnóstico porque sería quitarle interés al lector para que lea ‘El enfermo de Abisinia’. Dice que presentó envejecimiento prematuro, y que “sus resplandecientes y enigmáticos ojos azules perdieron su brillo y se convirtieron en unos ojos grisáceos y como muertos”. Y que los cólicos abdominales y las diarreas fueron más frecuentes. Y que a pesar de que su enfermedad avanzaba, demostró valentía para continuar con su vida normal hasta el día en que fue trasladado por dieciséis nativos en una litera hasta el puerto para ser llevado a Marsella, donde finalmente murió.
Las conclusiones sobre la muerte del poeta que viajó dos veces a pie desde Bélgica hasta Italia, que renunció a la poesía para convertirse en negociante de café porque quería amasar fortuna, las saca el médico Nikos Sotiro de los síntomas que tuvo antes de morir, a los veintitrés años de edad, el sirviente en la casa que Rimbaud adquirió en Harar. Djami Dawia tuvo los mismos dolores del poeta, el mismo sufrimiento, el mismo envejecimiento prematuro. Como Rimbaud, caminaba “con su hombro izquierdo por delante del derecho”, con un tinte cenizo en la cara. Al final de la novela, Sotiro le dice a Paul Verlaine que, para su tranquilidad, el poeta no murió de sífilis. Pero no se perdona que, de haber hecho el diagnóstico correcto, Arthur Rimbaud habría podido vivir muchos años más para gloria de la poesía francesa.
JOSÉ MIGUEL ALZATE
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