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Razones para decidirme por el 'Sí'

Razones para decidirme por el 'Sí'

El silencio de los fusiles por parte de un grupo que sembró tanta desolación contribuye a que no mueran más colombianos inocentes.

Me tomé el trabajo de leer las 297 páginas del Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Además, durante los últimos quince días no hice más que leer la opinión de los columnistas de los más importantes medios sobre el tema de los acuerdos logrados en La Habana. Quería conocer a profundidad todo lo acordado en la mesa de diálogo entre el Gobierno Nacional y el grupo insurgente de las Farc, para poder tener elementos de juicio que me permitieran tomar una decisión en bien de Colombia con miras a la votación del plebiscito. El resultado de ese estudio concienzudo de lo que se firmó en La Habana es esta columna donde pretendo explicar las razones que me llevaron a decidirme por el ‘Sí’. Eso sí, con algunas reservas, que aquí explico.

A lo largo de los cuatro años que duraron las conversaciones para llegar al acuerdo firmado el pasado 24 de agosto, escribí diecisiete columnas en contra de la negociación entre el Estado colombiano y el movimiento guerrillero. En ellas expresé, con claridad conceptual, objeciones a un proceso donde se decía que eran los líderes guerrilleros quienes imponían la agenda. No estaba de acuerdo con la impunidad que para los responsables de delitos de lesa humanidad iba a derivar de esos diálogos. Tampoco con que quienes eran los responsables del derramamiento de sangre sufrido por Colombia durante cincuenta años dieran el salto del monte al Congreso. Interpretando el sentir de millones de colombianos, critiqué que el narcotráfico fuera considerado como conexo al delito político.

¿Cuáles son las reservas que tengo frente al acuerdo firmado? Esencialmente, cuatro: que las Farc no hayan pedido perdón por tanta sangre derramada, que no estén obligadas a poner de su inmensa riqueza ningún recurso para el fondo de reparación de las víctimas, que únicamente reciban como castigo por todos sus crímenes una libertad restringida y que reciban a dedo diez curules en Cámara y Senado. A lo anterior debe sumarse que en las zonas donde históricamente el grupo insurgente ha tenido fuerte presencia militar va a haber circunscripciones especiales que les permitirían elegir, como mínimo, dieciséis miembros más en el Congreso de la República. Igualmente, las Zonas de Reserva Campesina serán territorios donde los excombatientes ejercerán dominio absoluto.

¿Cuáles son las razones para decidirme por el ‘Sí’? En primer lugar, haber leído con cuidado todo el texto del Acuerdo Final. Porque entendí que en las negociaciones de La Habana no se le entregó el país a la guerrilla, que la justicia transicional sí contempla penas de cárcel para quienes no digan la verdad y que se va a saldar la deuda histórica que el Estado tiene con el campo. Además porque garantiza la conversión de un grupo armado en partido político, permite el acceso a la tierra a quienes no disponen de ella, asegura la inversión en zonas olvidadas por el Estado y se advierte la construcción de un país mejor. También porque el silencio de los fusiles por parte de un grupo que sembró tanta desolación contribuye a que no mueran más colombianos inocentes.

Me decidí a votar por el ‘Sí’ en el plebiscito después de leer el reportaje que Yamid Amat le hizo al expresidente de la Corte Constitucional, Juan Carlos Henao, asesor del Gobierno en materia de justicia transicional, porque con su autoridad jurídica asegura que ningún delito de lesa humanidad será amnistiado. También porque la Corte Penal Internacional, a través de la fiscal Fatou Bensouda, expresó que el acuerdo firmado cumple con los estándares del derecho internacional. Y, además, porque a los colombianos se nos concedió el derecho a refrendar en las urnas lo acordado. Pero, sobre todo, porque como colombiano no quiero ver más viudas llorando a sus muertos, ni más poblaciones arrasadas, ni más ciudadanos despojados de su tierra, víctimas de una guerra que solo ha causado dolor.

Reconozco que no estoy de acuerdo con que a lo firmado en La Habana se le haya dado rango de norma constitucional. Esto permitió que los líderes guerrilleros se convirtieran en constituyentes, pasando por encima de la misma Constitución. Tampoco con que, como lo dijo María Isabel Rueda, hayan convertido el narcotráfico en un delito honorable si se cometió para atentar contra la institucionalidad. No obstante lo anterior, me decidí a votar por el ‘Sí’ en el plebiscito porque necesitamos detener el derrame de sangre, y porque el cese bilateral del fuego garantiza que habrá menos muertos para llorar. Además porque mi hijo, un abogado de 28 años de edad, me hizo entender que Colombia no puede perder la esperanza de recuperar la tranquilidad después de tantos años de guerra.


José Miguel Alzate

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