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Cecilia Caicedo Jurado, ensayista y narradora

Cuando termina la lectura de un libro empieza su juiciosa labor como crítica literaria.

Parafraseando unas palabras que en un ensayo sobre la narrativa del argentino Ricardo Piglia escribió Matías Néspolo, podría decir que Cecilia Caicedo Jurado, escritora oriunda de Pasto, es una teórica aguda de la literatura colombiana que, además de escribir profundos ensayos interpretativos sobre narrativa, teje ficciones con sustento histórico. En el primer caso, ella misma dice que es una lectora impenitente de lo nuestro. Tanto, que ha publicado más de diez libros de ensayos, todos sobre autores nacionales. En el segundo, basta con mirar su producción narrativa para afirmar que es una mujer disciplinada, constante en su trabajo con la palabra, que maneja con destreza tanto el narrador omnisciente como el narrador en primera persona.
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La intrusa es un libro de cuentos de Cecilia Caicedo Jurado donde se confirma la capacidad de esta escritora que estudió Literatura Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, donde se graduó con la tesis ‘Interrelación narrativa en la obra de Gabriel García Márquez’, para escribir historias con un trasfondo humano. En este libro, publicado por Pijao Editores, se recogen siete cuentos que tienen como espacio geográfico países europeos y latinoamericanos donde la autora ha estado en actividades académicas. Son narraciones perfectas en el manejo del tiempo cronológico, donde fluye una prosa trabajada con respeto por el idioma, matizada de hechos históricos que revelan su preocupación por el pasado indígena de este que Otto Morales Benítez llamó continente de mestizos.
Me llevó a leer La intrusa un elogioso comentario de Gustavo Álvarez Gardeazábal sobre el cuento No me saques de Sierra Mágina, que el escritor tulueño califica como de inolvidable por su fuerza narrativa, por “sus deliquios muchas veces decimonónicos”, donde se advierte “poesía en prosa, se delinean caracteres cortazianamente y se atornillan tensiones”. En este libro, el lector se encuentra con un estilo literario seductor por la forma en que un personaje innombrado pide a gritos que la lleven a un lugar, Sierra Mágina, en Jaén, España, de donde la trajeron a América. La gran ironía de este cuento está en que es una calavera la que le habla a Juan Pedro pidiéndole que la lleve al lugar donde están los “cráneos de mi padre, mis hermanos y los guerreros de mi tribu”.
En el cuento Crónica de un instante se narra en primera persona el sufrimiento de una joven abogada que es llevada a un hospital. La tensión que tiene el relato, que le transmite al lector la angustia que vive una mamá preocupada por la salud de su hija, viene desde esas primeras páginas donde se narra “esa milésima de tiempo” en que un terremoto hizo que la cama se moviera bruscamente. La impotencia frente a una situación que se le sale de las manos a una madre que busca angustiada atención médica para la hija, las voces que se intercalan en el relato de los dos personajes que viven ese momento con la esperanza de que todo va a salir bien y la preocupación del médico antes de abrirle el cráneo para la intervención quirúrgica son dramas que el lector vive como si fueran propios.
El relato que le da el nombre al libro se puede interpretar como una historia vivida por la propia autora durante los años que estuvo en España. Porque cuenta cómo conoció al hombre que le hizo guardar en su apartamento un paquete que contenía propaganda incitando a una huelga general. También por el reencuentro con Mariuska en Bogotá, en su propia casa. La intrusa es un cuento donde una mujer narra su sorpresa al ver en el comedor a una mujer que conoció en un congreso literario. Recordó que en ese encuentro le dijo que quería conocerla porque le habían contado que escribía como ella. Según Mariuska, habían nacido en la misma fecha y habían visitado los mismos sitios en España. Después de investigar en Google su vida, se le presentó como si fuera ella misma.

Cecilia Caicedo analiza con pinza los textos leídos para explicarle al lector cómo asume el escritor su compromiso con la verdad o con la historia.

Un cuento llama la atención en este libro: La casa del zaguán. ¡Qué narrativa, qué lenguaje, qué gracia argumental, qué fluidez en el estilo! Narra la historia de un hombre, Fernando Cantalapiedra, miembro de una familia notable, que a finales del siglo XIX huyó de Pasto abandonando a su mujer, una dama de alcurnia, para irse a vivir a un pueblo olvidado con una linda muchacha que un día se le atravesó en el camino. El cuento tiene eso que la misma Cecilia Caicedo Jurado llama “oscilaciones de la linterna de Diógenes para iluminar en perspectiva nuestra historia nacional”. Lo digo porque reconstruye en parte esa historia de una ciudad que conservaba abolengos decimonónicos, donde el estatus social exigía que los hombres se vistieran con saco de leva y pajarita al cuello.
A su talento como narradora Cecilia Caicedo Jurado le suma una formación académica que le permite abordar los textos literarios desde el punto de vista antropológico, hermenéutico, histórico y filosófico para emitir con autoridad sus conceptos críticos. Eugenio Trías decía que un ensayo comienza donde termina otro libro. Es decir, el ensayista interpreta el pensamiento de un escritor después de leer su libro. De ahí viene la diégesis, ese internarse en el argumento de un libro para interpretarlo. Leídos algunos textos de esta destacada ensayista se debe concluir que cuando termina la lectura de un libro empieza su juiciosa labor como crítica literaria. Cecilia Caicedo analiza con pinza los textos leídos para explicarle al lector cómo asume el escritor su compromiso con la verdad o con la historia.
Especialista en Investigación Lingüística del instituto de Cultura Hispánica y en Literatura Latinoamericana del Instituto Caro y Cuervo, Cecilia Caicedo Jurado ha publicado, en ensayo, los libros Literatura risaraldense, Origen de la literatura colombiana: El Yurupary, La novela en el departamento de Nariño, Colombia en su proceso narrativo, Literatura del Risaralda, Colombia vista desde sus novelas, Katty Cuello y la visión de la Costa, Erotismo y religiosidad en escritoras nariñenses, Evelio Rosero y los ciclos de la creación literaria, entre otros. En narrativa, las novelas Verdes sueños y La ñata en su baúl, y en cuento, Versiones sobre Esteban. En síntesis, una mujer que, sin escribir poesía, es digna de figurar entre las grandes voces de la literatura femenina en Colombia.
JOSÉ MIGUEL ALZATE
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